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ANÁLISIS | Ataque a la casa cuartel de Burgos
Columna
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Terror sin expectativas

La violencia terrorista es por definición brutal, pero responde a un objetivo y busca una finalidad, por muy aberrante que pueda considerarse. Pero cuando esa violencia resulta del todo gratuita y la meta pretendida se presenta inalcanzable y fuera de tiempo, el terror aparece en estado bruto, desprovisto de cualquier adherencia explicativa. Como los atentados de ETA desde hace mucho tiempo, como el de la pasada madrugada contra la casa cuartel de la Guardia Civil en Burgos: decenas de kilos de explosivo para intentar tapar con su estruendo la falta de expectativas de una organización terrorista que sólo puede aspirar a prolongar una historia nada gloriosa que arrancó hace 50 años por estas fechas.

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El sobresalto causado por la enorme carga explosiva colocada y el desprecio a las posibles víctimas no pueden ocultar, sin embargo, la realidad de ETA al cumplirse el medio siglo de su fundación. Su cúpula dirigente, devaluada por una sucesión cada vez más acelerada de detenciones, trata de redefinir una "estrategia político-armada eficaz", sin darse cuenta del anacronismo que representa -en Europa, y cada vez en más puntos del mundo- pretender compatibilizar la política y las bombas. Pueden seguir atentando, aunque con dificultades y costes crecientes, pero se ha evaporado la posibilidad de capitalizar políticamente la violencia.

Enterrada en los ochenta la quimera de arrancar la independencia de su Euskal Herria a los "poderes fácticos" del Estado, ETA ha rebajado después su empeño a ofrecer al "Pueblo Vasco" el "derecho a decidir", tratando de obtenerlo a través de la negociación con el Gobierno de turno o mediante su desbordamiento (Lizarra). Sin embargo, la etapa de las treguas y de la negociación han quedado superadas por la inercia militarista de la banda. Que no va a darse "un nuevo proceso de negociación política" ya no lo dice el ministro de Interior de turno, sino alguien tan caracterizado como el abogado Txema Matanzas, condenado por formar parte del entramado político de la organización, y que desde la cárcel se ha sumado al coro de quienes abogan en el mundo de ETA por "cerrar la persiana" del terror.

La trampa en la que se ha metido la organización terrorista es que tiene que atentar para demostrar que sigue existiendo; pero al hacerlo se cierra cualquier salida a sí misma y a sus presos, al tiempo que se aleja irreversiblemente de la sociedad vasca y condena a su brazo político a quedar fuera de las instituciones.

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