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Reportaje:Mundiales de atletismo en Berlín

Los 'viejos' no se rinden

Marta Domínguez, Paquillo Fernández, Reyes Estévez y Natalia Rodríguez, todos en la treintena, lo más representativo del equipo español, que aspira a ganar un oro tras una década sin lograrlo

Carlos Arribas

"Estamos viviendo el fin de la edad de oro del atletismo español", dice, melancólico, Manolo Martínez, que lleva lanzando peso en unos Mundiales desde hace 16 años y que disputará los octavos en Berlín. "Cuanto más viejo, más delgado parezco", dice de su rostro afilado, de sus 68 kilos, Paquillo Fernández, que disputará en Berlín sus sextos Mundiales. Y para acentuar el aire crepuscular que afirmaciones así crean en el equipo español, por la puerta del hotel -un monstruo monstruoso, más de 1.000 habitaciones, en el Berlín más feo, que sí que existe; junto a un muelle en el que grúas chirriantes cargan chatarra compactada en barcazas, con vistas a un cementerio de automóviles, en el que se ha alojado bajo militares medidas de seguridad y mala educación a los atletas: también en el circo a los gladiadores los tenían en las catacumbas- cruza, cráneo rasurado, brillante, rostro afilado, más que nunca, Reyes Estévez, quien hace 10 años prometía que podría con El Guerruj, quien ha vuelto después de que se le hubiera enterrado. Por la acera, entre hombres de negro que parecen rescatados de la Stasi, la policía de la antigua RDA, galopa, melena rubia al viento, más delgada que nunca, rostro afiladísimo, Marta Domínguez, quien ya las ha visto de todos los colores, quien hasta se tragó una valla en una final olímpica. Sólo falta en la escena Natalia Rodríguez, la de los ágiles tobillos, también veterana, también más fuerte que nunca, veloz y resistente, en 3.000 y en 1.500, para completar el cuadro del equipo español en Berlín.

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Serán los Mundiales de Usain Bolt y su duelo-no duelo con Tyson Gay; del recuerdo a Jesse Owens -JO, bordarán en su camiseta los estadounidenses-, de la pista azul, del duelo entre los saltadores Dwight Phillips e Irving Saladino -y les premiarán con las medallas el hijo de Luz Long, el rubio saltador de longitud alemán, tan ario, cuya amistad con Owens provocó arcadas a Hitler, y la nieta de Owens-; del maratón en la Puerta de Brandenburgo, hasta hace 20 años tapiada con un muro. Serán, para España, los Mundiales de los viejos, de Marta Domínguez, de Reyes Estévez, de Paquillo Fernández.

No se había cumplido un año de su estrepitosa salida del Nido de Pekín cuando, el 25 de julio, Marta Domínguez corrió, prácticamente sola, los 3.000 obstáculos en 9m 9,39s. La quinta mejor marca mundial de la historia. "Y eso que al final casi se paró", dice un testigo; "entró sobrada. Podría haber corrido en 9m 4s o menos aún. Está tremenda". No necesitaba más pruebas. En una distancia a la que se entregó con más deseo que conocimientos, la indomable palentina podía al fin gritar eureka; podía, al fin, justificar algunas duras decisiones: en otoño se casó, en invierno rompió con su entrenador de toda la vida, Mariano Díez, y empezó a entrenarse más tiempo en las pistas de Madrid con César Pérez -un obstaculista al que un accidente de moto cambió de papel- que en los parques de Palencia. Y en verano floreció. Si unimos a su valor puro como atleta su carácter peleón, su rabia, su ciencia de la carrera, su preparación científica, nada le está prohibido. Ni terminar arriba del podio. Por delante de las rusas, quienes, ausente la keniana Jepkorir, serán sus rivales. Rusas como Gulnara Galkina, campeona olímpica, la única mujer que ha bajado de los nueve minutos; como Yekaterina Volkova, con quien peleaba por el bronce cuando una valla se cruzó; como Yulis Zarudneva. Sería, quizás, el podio más valioso por luchado, conseguido a los 33 años, de la doble campeona de Europa de 5.000m y doble subcampeona mundial.

También tiene 33 años Estévez, quien ganó el Campeonato de España de 1.500 de manera sorprendente: en toda la temporada su mejor puesto había sido noveno y su mejor tiempo no había bajado de 3m 39s. Con 3m 38s y un cambio de ritmo inesperado y espectacular ganó a Higuero y Casado. Esa marca era ocho segundos más lenta que su récord europeo sub 23, cuando asombraba al mundo, que el tiempo que le valió el bronce mundial en 1999. Después rompió con su entrenador, Gregorio Rojo; probó en Soria con Enrique Pascual y acabó refugiado, soltero de oro, en la Blume de Madrid con Manuel Pascua. Todo un camino que le situará, desde las series de hoy, más delgado, con más noches encima, ante su destino, ahora que nadie corre en 3m 30s.

También pueden ser los Mundiales en los que Ruth Beitia salte por primera vez dos metros en una gran competición, en los que Mario Pestano suelte el brazo en una final, en el que Marco sea el primer español en una de 800m, en el que el atletismo español vuelva a ganar un oro, que ya son 10 años, cuatro Mundiales, sin conseguirlo.

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Sobre la firma

Carlos Arribas
Periodista de EL PAÍS desde 1990. Cubre regularmente los Juegos Olímpicos, las principales competiciones de ciclismo y atletismo y las noticias de dopaje.

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