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Obra maestra desconocida

Jesús Ferrero

La vida y la obra de Pierre Michon evocan una narración de Balzac, que secreta y manifiestamente influyó en Cézanne y tras él en buena parte del arte moderno, y que lleva por título Obra maestra desconocida. Hasta ahora, buena parte de las novelas y cuentos de Michon son obras maestras desconocidas y su estilo es tan preciso, tan musical y tan sobrecogido en sí mismo que podrían seguir siéndolo durante un tiempo indefinido, mientras el mercado se ocupa en divulgar toda suerte de infraliteraturas que parece que ya nacieran muertas, que no ahondan ni en el fondo ni en la forma, que "no persiguen con amor y perseverancia" las fugas de la realidad, su misteriosa mecánica, como viene a decir el pintor Frenhofer en Obra maestra desconocida, una de las narraciones más oblicuas de Balzac, como es oblicua casi toda la obra de Pierre Michon.

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La embriaguez de la escritura

Obra oblicua y desconocida, cierto, pero también obra madura, poderosa y llena de densidad, conformada por narraciones en las que el lector siente que se va acercando a los personajes como si arrancara capas de oscuridad a la oscuridad, capas que le van saliendo al paso y tras las que parece aguardar la promesa de una desnudez total del fondo y la forma, una desnudez total de la escritura, que cuando busca el punto final es ya porque la historia no se puede tensar más, o porque aguarda el abismo, el vacío, lo que ya no se puede en modo alguno expresar. Escritura del límite y a la vez de un clasicismo evidente, en la que Michon tiende a explorar sobre todo los comienzos y los declives, los momentos fronterizos en lo que algo muere definitivamente y algo surge no menos definitivamente: el final del paganismo y el comienzo del cristianismo en El emperador de Occidente, por ejemplo, o el final de los clasicismos y el comienzo de la modernidad en Rimbaud el hijo, sin olvidar que los artistas que van desfilando por Señores y sirvientes conforman todos ellos momentos fronterizos del arte occidental.

Desde Vidas minúsculas, su primer libro publicado, Michon ha ido estableciendo un tipo de narración coral y en diagonal, que le permite acercarse al personaje desde muy diferentes ángulos y conjugar la continuidad del relato clásico con la discontinuidad del relato moderno, sin importarle que en su escritura se oiga a menudo el eco de Borges, Proust y Faulkner.

En los cuentos breves el tributo a Borges es innegable y en ellos abundan verbos y adjetivos netamente borgianos, pero en las narraciones más largas la influencia se inclina más hacia Marcel Proust y William Faulkner, si bien acotando más la narración que ellos (Michon tiene mucho de minimalista) y jugando con más prudencia con los diferentes planos de la conciencia, del tiempo y del espacio, dejando claro que hay formas del absoluto en novela que no le interesan por su misma vastedad y que, como pensara Pascal evocando a Zenón, también en la pequeñez y en los espacios limitados nos podemos encontrar con el abismo y con la forma más perturbadora e indigerible del infinito.

Ajeno a las modas y a los reclamos publicitarios, Michon se ha atrevido a practicar un género tan antiguo y desprestigiado como la hagiografía, pero ¡qué nuevo esplendor le sabe conferir Michon a esos santos piadosos y brutales, elementales y sabios! También ellos están diciendo, como Rimbaud y como casi todas las obras de Michon, que "la vida es la farsa sostenida entre todos".

Nacido, como Flaubert y Rimbaud, en una negra provincia, y siempre temeroso de que lo considerasen un escritor comarcal, Michon ha ido haciendo un esfuerzo de condensación y abstracción de resultados tan radiantes como universales. En Rimbaud el hijo, el narrador llega a decir lo siguiente, refiriéndose a los sollozos de Rimbaud: "Eran los sollozos del estilo excelso, cuando, por casualidad, una vez en la vida, la gracia te concede el don de volcarlo en la página; los sollozos que la frase cabal te arranca mientras te arrastra hacia delante; los que te estremecen cuando el ritmo cabal te empuja rabiosamente por la espalda, y entonces, deslumbrado, pillado entre ambos, dices lo verdadero, expresas el sentido, es lo verdadero; eres un hombre insignificante que dice lo verdadero".

Da la impresión de que Michon está buscando siempre ese momento, el de las lágrimas de Rimbaud y el milagro de la verdadera creación, cuando la escritura parece fundida al destino y al sentido, y también da la impresión de que Michon ha conquistado ese momento en buena parte de sus escritos.

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