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Crónica:Supercopa de Europa
Crónica
Texto informativo con interpretación

La quinta fue la más heroica

El Barça de Guardiola consigue otra copa, esta vez en la prórroga, con un gol de Pedro

Ramon Besa

La fe inquebrantable del Barça triunfó en Mónaco, la ciudad de los pecados capitales, un feudo con escasa tradición futbolística y dado a los caprichos, dispuesto a que la final se disputara en la rueda de los penaltis como si se tratara de un juego más de azar en el casino. Nanai. El esfuerzo de los muchachos de Guardiola fue homérico hasta el último minuto de la prórroga, con Pedro, Bojan y Messi en el frente de ataque, señal de que Ibrahimovic ya se había rendido ante Chigrinski. La defensa que montó el viejo estratega que es Lucescu había desactivado el plan de ataque de Guardiola hasta que Pedro encontró la rendija junto al poste de Pyatov tras un tuya-mía con Messi. Un gol delicioso para zanjar una final agotadora. La sensación es que a los azulgrana todo les cuesta más este año que el pasado. La impresión, sin embargo, es que al igual que entonces, jamás se rendirá.

BARCELONA 1 - SHAKHTAR DONETSK 0

Barcelona: Valdés; Alves, Puyol, Piqué, Abidal; Xavi, Touré (Busquets, m.100), Keita; Messi, Ibrahimovic (Pedro, m.80) y Henry (Bojan, m.96). No utilizados: Pinto, Gudhjonsen, Maxwell y Muniesa.

Shakhtar Donetsk: Pyatov; Srna, Kucher, Chigrinskiy, Rat; Ilsinho, Gai (kobin, m.79), Hübschman, William (Aghahowa, m.91); Luis Adriano, Fernandinho (Jadson, m.79). No utilizados: Khudzhamov, Gladkiy, Polyanskiy y Chyzhov.

Goles: M. 115. 1-0. Excelente combinación entre Pedro y Messi, el argentino asiste al canario que marca.

Árbitro: Franck Bleeckere (Bélgica). Amonestó a Ilsinho, Messi, Kucher y Pedro.

Estadio Louis II. Unos 15.000 espectadores en un aforo de 18.500.

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"Un honor igualar al Barça de las Cinco Copas"

La trayectoria del equipo es imparable en la sala de trofeos desde el glorioso mes de mayo. Anoche ganó la Supercopa de Europa después de haber alcanzado la de España, dos torneos que refrendan el triplete conseguido la temporada pasada y coronan un año mágico, único en la historia del fútbol europeo, únicamente comparable desde el punto de vista azulgrana con el mítico equipo de las Cinco Copas de la década de 1950. El Barça de Messi es pariente del de Kubala por las copas y por el fútbol. Ambos participan de la misma carta de naturaleza, juegan muy bien, tienen futbolistas extraordinarios y han forjado su leyenda a partir del culto a la cantera. Ahí está el gol de Pedro para certificarlo. Los 18 tantos del equipo han salido del Miniestadi.

A dos equipos tan peloteros como el Barça y el Shakthar es un delito que les manden a jugar una final en Mónaco. El estadio es postizo, el césped está bacheado, la cancha es estrecha y no hay ambiente de fútbol por más que animen los seguidores de ambos equipos. No corren la pelota ni el aire, achicar los espacios es fácil y la gente se ahoga. Al plantel de Lucescu, además, nadie le exigía atacar ante el campeón de Europa, así que aprovechó la ocasión para formar con nueve futbolistas por detrás del balón. El Shakthar se paró muy bien en su cancha, apretó hasta encimar a los azulgrana y cerró con una firme línea de cuatro, de manera que el partido se puso muy áspero para el Barcelona, a disgusto cuando la contienda no tiene ritmo.

Los barcelonistas detestan el futbolín porque para ser profundos necesitan ensanchar el campo. A falta de terreno, no les quedó más remedio que perseverar en el juego, poner interés, llevar la iniciativa, ser solidarios y darle a la imaginación, para al menos ser el equipo reconocible de siempre. Alves se acercó hasta la divisoria y Touré, siempre espléndido, se descolgó como tercer central para sacar el cuero cuando presionaba el rival. Los ucranios, sin embargo, no concedieron ni un tiro hasta la media hora, cuando se contó un remate de Messi, rebanado por Chigrinski, el futuro defensa azulgrana que ejerció más de central que libre por las exigencias del argentino y de Ibrahimovic.

Ante el dominio del Barça, el Shakthar apeló a la táctica para contener y a las transiciones, a un futbol tan selectivo como peligroso en ataque, por la intimidación de su pelotón de brasileños. La zaga azulgrana tuvo que estar siempre muy atenta mientras que los medios y delanteros nunca podían generar situaciones de superioridad. Había que mover el árbol ante tanto barroquismo. Messi no se cansaba de jugar de 10, de 7, de 9 y de 11; Touré templaba el balón estupendamente y siempre quedaba el revoloteo de Xavi. Aunque resultaba muy complicado, no había que desesperar ni perder el sentido de equipo. No se cansaba de atacar el Barça ni de defender del Shakthar.

Nadie desmayó ni se acaloró hasta alcanzar la prórroga, cuando el partido se abrió y la pelota rondó las dos porterías, siempre con peligro. Al final cayó del lado del Barça porque fue fiel a su estilo, con extremos y delantero centro, siempre con Messi. Porfió Bojan, se agrandó Messi y Pedro no paró hasta poner la pelota en el número exacto de la ruleta del casino de Montecarlo, camino de la gloria, como hacía Kubala y canta Serrat. Aunque por bajo y no por alto, igual que Iniesta en Stamford Bridge. La quinta acabó siendo la copa más heroica por tanto desgaste ante un rival que nunca se le ha dado bien y ha agrandado con su admiración. Ahora ya sólo queda ni más ni menos que el Mundial de Clubes, para completar la obra y levantar el Santo Grial. El Barça ya es un supercampeón.

Ibrahimovich y Chigrinski pelean por el balón.
Ibrahimovich y Chigrinski pelean por el balón.REUTERS

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Sobre la firma

Ramon Besa
Redactor jefe de deportes en Barcelona. Licenciado en periodismo, doctor honoris causa por la Universitat de Vic y profesor de Blanquerna. Colaborador de la Cadena Ser y de Catalunya Ràdio. Anteriormente trabajó en El 9 Nou y el diari Avui. Medalla de bronce al mérito deportivo junto con José Sámano en 2013. Premio Vázquez Montalbán.

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