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Una solución prometida hace seis años sigue sin aplicarse

La Boqueria es "una zona donde el tránsito de alimentos es continuo, por lo que las condiciones de salubridad tienen que ser óptimas". No fue uno más de los vendedores que se quejan de la prostitución que ha tomado los soportales del mercado de la Boqueria quien resumió de esta forma el problema. Fue Carles Martí. Era 2003 y el socialista ejercía de edil del distrito de Ciutat Vella. El hoy primer teniente de alcalde de Barcelona anunció entonces que cerraría los porches de noche, y le aplaudieron los tenderos, encabezados por el presidente de la asociación de comerciantes del mercado, Manel Ripoll.

Seis años después no ha cambiado nada en ese lugar. Aunque ya nadie habla de ello, ni el Gobierno (PSC e IC) ni la oposición, que han dedicado su agosto a especular sobre otros temas como si se debería regular el pasear sin camiseta por la calle. Mientras, los porches de la Boqueria siguen siendo refugio para las prostitutas.

Quienes sí le dan vueltas a cómo se podría adecentar el lugar son los que trabajan en él (durante el día). "Estaría muy bien dar más licencias para tener una zona de terrazas, como en la plaza Reial", apunta Oti Pérez. Tiene uno de los pocos restaurantes que hay en los porches y debe prescindir de los beneficios que le reportaría ofrecer cenas al lado de la Rambla. Se ve obligada a cerrar cuando anochece y las prostitutas y los ladrones se hacen dueños de la zona.

Cerrar los porches

Sin entrar en esa posibilidad, el Ayuntamiento señala ahora que afrontará el problema cuando reforme la plaza de la Gardunya. Este espacio al que todos los edificios colindantes dan la espalda y que alberga un aparcamiento será objeto de la última gran intervención de las que ha sufrido el Raval en los últimos decenios. La reforma ha arrancado este año, y deberá acabarse en 2012. Ripoll confía en que entonces se atienda su demanda de cerrar los porches. Aunque, visto el retraso que llevan ya, es cauto.

El mercado de la Boqueria está ubicado en el barrio del Raval, que concentra casi la mitad de los delitos que se cometen en Barcelona. Aunque los Mossos d'Esquadra eluden comentar la degradación de la seguridad en el casco antiguo, los vecinos sostienen que ha empeorado en los últimos meses. Admiten que los robos, las drogas y el sexo de pago en la calle siempre han tenido aquí su espacio. Pero subrayan que cacos, traficantes y prostitutas actúan ahora con un grado de violencia nunca visto.

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