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Móstoles bebe tranquilo

Pablo Linde

La línea que separa lo que es botellón y lo que no en las fiestas de Móstoles es fina. En el recinto ferial, en el parque de la Liana, hay quien compra alcohol en los puestos y en las casetas, y quienes lo traen de casa. Aunque en teoría no se pueden meter botellas de fuera, todos se mezclan en la finca donde comenzó ayer la feria.

Un policía local explicaba que este año temen un efecto contagio, por los disturbios de la semana pasada en Pozuelo de Alarcón. "Aquí todos los años se lía, pero a otro nivel, peleas entre chavales cuando van bebidos", argumentaba el policía.

Pero hasta medianoche todo iba normal. Ni se notaba una excesiva vigilancia policial, ni los que bebían dentro del recinto hacían algo distinto de lo que se espera de las fiestas de un pueblo.

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Un grupo de chavales de unos 20 años hacía botellón, al lado de un puesto que no paraba de vender vasos con capacidad para un litro, llenos de distintas bebidas alcohólicas. "Nosotros estamos en esta esquina y otros grupos se pondrán donde encuentren hueco. No hay un sitio donde todo el mundo se ponga a beber", contaban los jóvenes, mientras se servían una copa antes del concierto de un disc jockey. Otros que no pudieron colar las botellas las consumían dispersos por los alrededores del parque de la Liana.

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Sobre la firma

Pablo Linde
Escribe en EL PAÍS desde 2007 y está especializado en temas sanitarios y de salud. Ha cubierto la pandemia del coronavirus, escrito dos libros y ganado algunos premios en su área. Antes se dedicó varios años al periodismo local en Andalucía.

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