_
_
_
_
_
ANÁLISIS | El PSOE ante la crisis
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

"Situación de dificultad objetiva"

Luis R. Aizpeolea

Estaba cantado que toda la cúpula socialista iba a cerrar filas ante lo que ha considerado una agresión exterior. Suele ser un reflejo natural de las direcciones de los partidos ante situaciones de riesgo. Pero el caso de los miembros del Comité Federal del PSOE que ayer se reunieron en Ferraz tiene una singularidad. Todos vivieron o conocieron de primera mano la etapa en que su partido se dividió en dos, entre guerristas y felipistas, cómo esa fractura tuvo un precedente en el enfrentamiento entre el sindicato y el partido y cómo contribuyó a su derrota en 1996.

La comparación entre ese ayer que no es tan lejano -de fines de los años ochenta hasta avanzados los noventa- y el hoy no se sostiene. En el origen de aquella división, la que enfrentó al PSOE y UGT, había una visión diferente del proyecto socialista. También la había entre los guerristas y la política económica del Gobierno que lideraba Carlos Solchaga con el respaldo de Felipe González, que los primeros tildaban de "liberal".

Más información
Zapatero responde al aluvión de apoyos con un discurso radical contra los poderosos

Hoy no sucede nada de esto. Existe preocupación en el PSOE por la gravedad de la crisis y confusión por la sucesión de mensajes del Gobierno, especialmente relacionados con la subida de impuestos, como ha apuntado estos días el vicepresidente tercero y presidente del PSOE, Manuel Chaves, al declarar que el Ejecutivo tiene que "esforzarse por explicar la hoja de ruta". Pero no hay nada que asemeje la situación actual del socialismo español a lo que sucedió en sus filas a finales de los años ochenta. Ayer, Zapatero reconoció ante el Comité Federal que existe una "situación de dificultad objetiva". Pero enseguida aclaró que se refería al paro.

Esta conciencia interior en el PSOE contribuye a explicar el contundente cierre de filas de ayer de sus cuadros más importantes sin necesidad de acudir a su historia lejana como la división entre caballeristas, prietistas y besteiristas que tuvo consecuencias nefastas en la evolución de la República y la Guerra Civil. Una conciencia histórica que está en el legado del socialismo de José Luis Rodríguez Zapatero.

Zapatero suele decir con frecuencia, en esta etapa de crisis económica, que uno de los principales activos que legará a quien le suceda al frente del PSOE es la unidad del partido y la UGT, la consistencia de un bloque de izquierda, un suelo muy sólido del que partir. Algo que él no heredó cuando relevó a Joaquín Almunia en la secretaría general del PSOE en julio de 2000.

Lo que más afecta es lo que sucede más cerca. Para no perderte nada, suscríbete.
Suscríbete

Ayer, Zapatero lo volvió a apuntar y enfatizó su esfuerzo por mantener unido el bloque partido-sindicato frente a la crisis económica y su apuesta por los valores socialdemócratas, la financiación de las políticas sociales con la subida de impuestos, frente a opciones neoliberales. "La cohesión social, salir juntos de la crisis es tan importante como salir cuanto antes", es su criterio básico en esta etapa de recesión. En esa apuesta por la izquierda su fortaleza está garantizada en el PSOE. Esta es una diferencia básica con la etapa de Felipe González, que tuvo enfrente a los sindicatos, que lo consideraban escorado a la derecha, y al partido dividido.

El error principal de Zapatero frente a la crisis económica fue su retraso en reconocerla. Aunque lo ha justificado, señalando que tampoco los expertos internacionales calcularon su gravedad, ha quedado extendida la idea de que su reconocimiento tardío de la crisis fue por razones electorales. Y esa sensación ha puesto en sospecha su política ante la crisis, sobre todo en los sectores económicos.

La sustitución, que Zapatero protagonizó en abril, de Solbes, que daba sobradas muestras de cansancio, por Salgado fue otra apuesta arriesgada, acogida con recelo en los sectores económicos, incluidos los próximos al PSOE. Esos recelos han aumentado con los mensajes sucesivos de portavoces del Gobierno en las últimas semanas sobre el alza de los impuestos.

Estaba claro que ni Zapatero ni los miembros del Comité Federal del PSOE iban a afrontar estos asuntos. Primaron la defensa de su principal activo frente a la crisis, su unidad, que aparecía cuestionada, y la reafirmación de su política socialdemócrata. Pero también esperan correcciones en el funcionamiento. Por ejemplo, algunos de los intervinientes, como el lehendakari Patxi López, pidieron más presencia para explicar la hoja de ruta del Gobierno. Zapatero acaba de dar un paso al pedir más voz a sus vicepresidentes.

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_