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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Camino de Copenhague

EE UU debe liderar la lucha contra el cambio climático sin esperar las iniciativas de China

La cumbre sobre el cambio climático, que se celebró el martes en Nueva York con la vista puesta en la Conferencia de Copenhague de diciembre en la que habrán de renovarse los acuerdos de Kioto sobre limitación de emisiones de gases de efecto invernadero, no ha generado mensajes que sean del todo positivos. El problema del posible calentamiento global por la utilización masiva de combustibles fósiles -carbón, petróleo y gas natural- como fuentes de energía primaria es de enormes dimensiones, con consecuencias sobre nuestras condiciones de vida que no podemos prever en detalle pero que podrían ser potencialmente catastróficas. De ahí que hagan falta soluciones acordadas entre todos y aplicadas con convicción.

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Es natural que el foco de la cumbre se haya centrado en China y Estados Unidos. En el primer caso porque, por su enorme población, es ya el país que más contribuye al conjunto de las emisiones, y, en el segundo, porque es el primero en emisiones per cápita. Además, ambos países se han mostrado renuentes hasta ahora en la toma de decisiones ejecutivas que tiendan a disminuir sus emisiones, en contraposición a la Unión Europea, que sí se ha marcado objetivos claros (un 20% de disminución en 2020 respecto del nivel alcanzado en 1990) aunque no se hayan concretado todavía los medios para alcanzar dicho objetivo.

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En ambos casos, China y EE UU, el mensaje parece haber cambiado y se han mostrado más dispuestos que otras veces a afrontar el problema. Pero sería injusto situarlos en un mismo plano. Cada ciudadano norteamericano emite cuatro veces más CO2 en promedio que un ciudadano chino, y el doble que uno de Europa occidental; las emisiones per cápita de China, en cambio, se sitúan en la media mundial. Esta asimetría se acentúa si se tienen en cuenta, además, las emisiones que se han producido en el pasado y que han contribuido a la composición actual de la atmósfera. Por esta razón, corresponde tomar la iniciativa a EE UU y no esperar a que sea China quien lo haga. Los países más desarrollados no deben cargar a los más pobres con la responsabilidad de la lucha contra un cambio climático que no han producido.

No parece, por tanto, justificada la actitud de EE UU de condicionar su política en este campo a lo que hagan los demás. El mensaje de China parece haber cambiado hacia una actitud de mayor cooperación y EE UU también lo ha hecho desde la elección de Obama, aunque no hayan tomado aún medidas concretas ni parece que sea fácil que lo hagan dadas las reticencias del Senado norteamericano y la influencia de poderosos lobbies industriales. Estamos en la última fase antes de la decisiva Conferencia de Copenhague y es seguro que habrá una actividad febril en los próximos meses y, quizá, cambios espectaculares. Es mucho lo que nos jugamos y sería esencial disponer de un plan global y consensuado para disminuir las emisiones de forma significativa a lo largo de la próxima década.

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