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Otro trato para un Gaddafi

Suiza es un país poco acostumbrado a generar escándalos y ser noticia. Pero este año está siendo un auténtico annus horribilis para la Confederación Helvética. Entre la crisis provocada por el juicio en Estados Unidos al banco UBS, el resquebrajamiento del secreto bancario y ahora el arresto de Roman Polanski, los suizos no ganan para sustos.

El caso Polanski trae a la memoria ecos de otro escándalo reciente aún vivo: el provocado por el arresto en Ginebra de Aníbal Gaddafi, uno de los díscolos hijos del líder de la Revolución libia. La firmeza con que las autoridades helvéticas están tratando al cineasta franco-polaco contrasta vivamente con la humillación pública a la que se sometieron entonces ante Muammar el Gaddafi. Un ejemplo que parece indicar que Suiza, en contra de lo que intenta hacer creer el Gobierno, aplica un doble rasero.

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El caso Gaddafi se remonta al 15 de julio de 2008, cuando la policía de Ginebra arrestó a Aníbal Gaddafi y a su esposa Aline. La razón fue una denuncia de violencias graves sobre dos personas a su servicio: un marroquí y una tunecina. Ese arresto, efectuado respetando todas las garantías jurídicas, provocó represalias por parte de Libia. Interrupción de los vuelos entre Trípoli y Suiza, retirada de fondos depositados en bancos suizos, corte de suministros de gas y petróleo, y lo más surrealista: una demanda del dictador africano ante la ONU para que Suiza sea "desmantelada", a lo que se sumó la toma de rehenes suizos en Libia. Hoy, están en paradero desconocido.

Cuando el presidente de Suiza, Hans-Rudolf Merz, viajó en agosto a Trípoli para obtener la liberación de esos rehenes, ni siquiera pudo entrevistarse con el líder libio y debió volver con las manos vacías tras verse obligado a pedir perdón en público por aplicar las leyes de un Estado de derecho. Ese acto causó consternación en Suiza y fue vivido de forma unánime como una humillación nacional mayúscula.

El portavoz de la Oficina Federal de Justicia puso sobre la mesa un dato elocuente para concluir que se ha aplicado un doble rasero. Afirmó hablando de Polanski que, "muy raramente se autoriza la liberación bajo fianza" de un detenido en Suiza. Lo que hace aún más sorprendente el hecho de que Aníbal Gaddafi la haya obtenido en sólo 24 horas. Pero un cineasta de 76 años difícilmente puede decretar un embargo de petróleo como forma de autodefensa.

Polanski posee un chalet en Gstaad y es un visitante asiduo del país alpino desde hace 40 años. No fue arrestado antes y sí ahora, según explicaron las autoridades suizas, porque "esta vez se sabía con exactitud el día y la hora en la que el cineasta iba a entrar en Suiza". "No es posible realizar una búsqueda activa de todas las personas sobre las que pesa una orden de arresto". El argumento no convence a los analistas, dado que Polanski no es alguien que pase desapercibido.

Por su parte, el ministro suizo de la Cultura, Pascal Couchepin subió al estrado a defender las decisiones de sus colegas del Ministerio de Justicia y Policía. "Considero que Roman Polanski es un gran artista, pero ante todo defiendo el Estado de derecho, en nombre de la civilización", afirmó.

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