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Reportaje:Primer plano

El corsé de Maastricht revienta

La mayoría de países europeos ignora los límites de Bruselas al endeudamiento

Alejandro Bolaños

"El G-20 hizo una recomendación de mantener los estímulos fiscales, pero el cumplimiento del Pacto de Estabilidad es una obligación". La vicepresidenta económica, Elena Salgado, defendió así esta semana que el Gobierno español comenzara a retirar ya algunas de sus medidas de gasto público contra la crisis. Sin embargo, casi nadie en Europa se toma el límite que impuso el Tratado de Maastricht (un déficit del 3% del PIB) tan a rajatabla como la vicepresidenta española.

El Gobierno español usa el argumento de la exigencia europea para reforzar su línea de actuación: mantener el nivel de deuda pública bajo control, ante el temor de que los mercados empiecen a recargar el coste de emisión de los países con menos capacidad de generar ingresos tributarios. Alguna razón para ese temor hay: el FMI pronostica que el volumen de la deuda pública de los países avanzados superará el 140% de su PIB conjunto en 2014.

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"Habrá estrategias de salida, pero empezarán a aplicarse en 2011". El ministro luxemburgués, Jean-Claude Juncker, sintetizó así el parecer de la mayoría de ministros de Economía de la UE, que se reunieron este viernes en Suecia. Para los Gobiernos europeos, aún hay que remar mucho para consolidar la recuperación económica. Y el gasto público sigue siendo básico en la lucha contra la crisis.

La presentación de los proyectos presupuestarios para 2010 es buena muestra de que en la mayoría de las cancillerías europeas la urgencia de la crisis se ha llevado por delante el sacrosanto respeto a los topes fijados por Maastricht. La UE ha abierto ya 11 procedimientos por déficit excesivo (se coge como referencia el 3% que sirvió para la constitución de la zona euro) y vaticina que las cuentas de 2010 forzarán la apertura de otros nueve expedientes más.

La idea es que los Gobiernos presenten planes para reconducir su déficit al 3% en tres años, aunque Bruselas ya ha expresado que está abierto a asumir excepciones dado el calibre de la crisis y el elevado endeudamiento que acumula ya el sector privado en varios países. Pero la excepción se ha convertido en regla. Y la regla, a la que el Gobierno español se insiste en someter, excepción.

El más agresivo es el Ejecutivo francés, que esta semana redobló su apuesta por el gasto público. "Haremos un gran préstamo a la economía", anunció el presidente de la República, Nicolas Sarkozy. La ministra de Economía, Christine Lagarde, anticipó que el déficit llegará al 8,4% del PIB y que se mantendrá por encima del 5% hasta 2013. Un saldo negativo continuado que tiene su correlato en el aumento de la deuda pública: pasará del 77% al 91% del PIB en el mismo periodo, muy lejos del 60% que recomienda la Comisión Europea.

Alemania aguarda a la formación de un nuevo Gobierno, pero en la revisión de previsiones económicas que hizo en julio, el déficit no volvía al 3% hasta 2013 y la deuda pública crecía hasta el 82%. Y eso que las previsiones de los organismos internacionales anticipan que puede recuperar un crecimiento del 2% el próximo año ya. La canciller alemana, Angela Merkel, apuesta incluso por un descenso adicional en los impuestos, aunque ahora es más prudente (la posterga a 2011) que en las elecciones sobre su efecto en las cuentas públicas.

En Reino Unido, el Gobierno de Gordon Brown ha anunciado un plan para reducir el déficit a partir de 2011, ante la certeza de que el saldo negativo dé las cuentas públicas superará el 12% del PIB y el peso de la deuda pública rondará el 100%, una cifra que ha llevado a las agencias de rating a amenazar con rebajar su calificación.

La expansión del gasto público en EE UU es también muy notable. La última revisión de la oficina presupuestaria de la Casa Blanca coloca el déficit en el 13% este año. Y el debate sobre la necesidad de más estímulos fiscales sigue abierto.

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