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Columna
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Investigación del adversario

Finalmente, se ha podido aclarar que la acción de espionaje a la que fueron sometidos cuatro vicepresidentes del Barcelona por orden del director general del club no tenía nada que ver con una auditoria de seguridad.

La explicación que Joan Oliver dio en una conferencia de prensa no tenía ni pies ni cabeza y era normal que tarde o temprano se descubriera la verdad.

Lo que encargó el director general del Barcelona es algo que es imprescindible en una campaña electoral bien organizada. Es una acción que se conoce en el vocabulario propio de los consultores electorales como opposition research o, podríamos traducir, investigación del adversario.

No es seguro que Oliver y el propio presidente Laporta supieran que se estaban embarcando en algo tan pautado como la investigación del adversario, pero lo cierto es que ése fue el sentido de su actuación, en realidad el inicio de su propia campaña electoral.

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Conviene tener en cuenta que, de la misma manera que los aparatos de los partidos han adquirido unos conocimientos notables en el terreno electoral, es razonable que el digamos aparato de un club tan potente como el Barcelona haya aprendido algo de sus experiencias recientes. También puede haberles llegado la referencia de esta tecnología por la vía de la Fundació Catalunya Oberta, que es la institución en la que está externalizada la guía ideológica del grupo.

Se suele decir que toda campaña comienza en la biblioteca, aforismo con el que se subraya la relevancia de la investigación previa al lanzamiento de cualquier campaña electoral.

En este marco conceptual, la opposition research es uno de los primeros pasos a dar en cualquier campaña. Las reglas convencionales recomiendan, en todo caso, que la investigación del adversario se complete con una investigación del propio candidato o candidatos, algo que no sabemos si se ha llegado a poner en práctica en el caso del Barcelona.

Se ha dicho que el objetivo de la opposition research es llegar a saber tanto del adversario como con toda probabilidad el adversario sabe sobre nuestro candidato. Se trata, en definitiva, de obtener la máxima información sobre los puntos fuertes y débiles del adversario o posible adversario, datos de su biografía pública que puedan ser relevantes para la campaña, contradicciones entre sus principios y la realidad de sus acciones, posibles conflictos de intereses, detalles de su posicionamiento público en relación con asuntos significativos, cambios sospechosos en su situación patrimonial...

La información que proporciona la opposition research es fundamental para la determinación de una estrategia propia y, especialmente, para la preparación de posibles ataques en el momento en que la campaña se ponga en marcha.

En el caso que nos ocupa, todo parece encajar razonablemente bien en esta interpretación que proponemos. El presidente y el aparato del club que dirige Oliver quieren que el próximo candidato que surja de la junta directiva sea Godall o Sala Martín. Pero saben que hay determinadas probabilidades de que esta designación sea discutida por otros miembros de la junta y se preparan para el proceso electoral interno y previo que pueda emerger.

Una acción de opposition research es, desde luego, algo normal y confirma la solvencia profesional del equipo de campaña que la encarga. Se plantea en este caso un único problema, que es de carácter ético: ¿por qué una actividad de este tipo tiene que ser financiada con cargo al presupuesto de la campaña? Imaginemos una investigación de posibles candidatos del PP, como podrían ser, pongamos por caso, Esperanza Aguirre o Alberto Ruiz-Gallardón. Es algo que tendría que ser pagado por el PSOE, jamás por Presidencia del Gobierno.

Es muy reprobable que, en el caso del Barcelona, el trabajo de investigación haya sido financiado con fondos de la institución.

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