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Un símbolo metropolitano

Icono para una ciudad

Por su tamaño son omnipresentes en el área metropolitana y se han convertido para muchos en un nuevo icono. Sant Adrià, cansada de pasar desapercibida al lado de la gran metrópoli, las reivindica como seña de identidad. "En medio de la ciudad, teníamos Can Baurier, una antigua colonia textil de la que no queda ni un telar", señala Roger Hoyos, portavoz de la plataforma ciudadana creada en 2007 para salvar las tres chimeneas y partidario de la conservación de una parte de su maquinaria. Opina que ciudades como Sant Adrià han perdido su patrimonio industrial. "No es una cuestión sentimental nada más, muchas ciudades intentan conservar los vestigios de su pasado". Con los años la vieja central se ha convertido en escenario de rodajes (y grafiteros). Recientemente The machinist, de Brad Anderson, y Petit indi, de Marc Recha han llevado la térmica a la gran pantalla. "Son el simbolo de un mundo que existía, pero que se acaba", señala el director de L'Hospitalet. "Yo entiendo que el paisaje es como la memoria. Si nos lo cargamos, no sabremos de dónde venimos". Recha asegura que durante el rodaje ya vio en las torres un lugar ideal para construir un centro cultural, "un laboratorio de ideas".

"Son el símbolo de un mundo que se acaba", opina Marc Recha

Es, en su opinión y en la de otros artistas, un contrapunto a una Barcelona de diseño obsesionada con la novedad y con edificios emblemáticos que la singularicen. "Cuando ruedo desde el Singuerlín, tengo la opción de enfocar la cámara hacia la derecha y coger la torre Agbar o mirar a la izquierda y rodar las tres chimeneas de Sant Adrià. Yo me quedo con las tres chimeneas."

Los nuevos talentos ya le dan vueltas a la cabeza para idear iniciativas que den vida a las torres. Uno de los más destacados es el proyecto de Claror Il·luminació, una pequeña compañía que ha diseñado una posible iluminación de las chimeneas que le sirvió para llevarse el año pasado el premio Lamp Lighting Solutions. "Nos enteramos de que el alcalde de Sant Adrià pedía ideas y le enviamos la nuestra. Parece que les gustó, pero de momento está archivada", explica Alberto González, uno de sus responsables. Su diseño da la vuelta a las chimeneas, que pasarían de ser un surtidor de humo a un medidor de la contaminación ambiental de la ciudad. Mediante unos sensores situados en las torres, se harían mediciones de la polución y en función de los niveles de dióxido de carbono, dióxido de nitrógeno, oxígeno y gases combustibles, las chimeneas adquirirían un color u otro gracias a miles de leds alojados a lo largo de la estructura. "Los ciudadanos deberíamos conocer el estado del aire de nuestra ciudad, y este termómetro se ve a muchos kilómetros". Los leds, por cierto, desprenderían una luz tenue para evitar la contaminación lumínica y funcionarían con energía solar.

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