Entre aplausos
Juan María Uriarte fue largamente aplaudido cuando leyó su sermón. De nuevo sonaron las palmas cuando los vicarios generales Félix Azurmendi y Patxi Aizpitarte le entregaron en nombre de toda la comunidad eclesial un relieve policromado del siglo XVII con una imagen del Cristo Resucitado, la puerta de un sagrario que ha presidido el despacho de Uriarte durante su mandato en Guipúzcoa. "Con tanto aplauso me vais a canonizar. Pero yo no soy un santo; soy un pecador, como vosotros", protestó el prelado para agradecer el gesto espontáneo de los fieles.
La catedral del Buen Pastor se llenó para asistir a la última misa de Uriarte como obispo de San Sebastián. El acto religioso fue concelebrado por su antecesor, el obispo emérito de San Sebastián, José María Setién, y el de Bayona, Pierre Moleres. Del primero, Uriarte quiso destacar de forma expresa el papel que ha venido desempeñado en Guipúzcoa. En el altar se encontraban, asimismo, el vicario general de Bilbao, Ángel María Unzueta, con quien Uriarte ha mantenido una estrecha relación, y el de Vitoria, Fernando Gonzalo Bilbao, además de cerca de 200 sacerdotes de la diócesis guipuzcoana.
Al concluir la eucaristía, Uriarte aceptó saludar personalmente a todos los presentes que se le acercaron.