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El futuro de Europa

Encaje de bolillos para repartir cargos

Los dirigentes europeos intentan copar los espacios de poder creados por Lisboa

Andreu Missé

Los dirigentes europeos se han visto obligados a practicar una suerte de encaje de bolillos en el reparto de poderes de los nuevos cargos que crea el Tratado de Lisboa. Una industria bien conocida desde hace siglos en España, Bélgica, Reino Unido y Francia. La posible pugna por el protagonismo entre el presidente de turno, José Luis Rodríguez Zapatero; el presidente permanente, Herman Van Rompuy, y la Alta Representante, Catherine Ashton, se ve frenada por las dependencias recíprocas entre ellos que prevé el propio tratado y modulada por el estilo vaticanista que impregna los modos comunitarios desde la fundación de la UE.

El presidente de la Comisión, José Manuel Durão Barroso, se encuentra absorbido por las comparecencias de sus comisarios ante el Parlamento Europeo, que empiezan hoy. En estos primeros días y de cara a la galería todo son buenas palabras. Habrá que esperar seis meses para hacer un balance.

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El flamenco y flamante presidente permanente de la UE, Herman Van Rompuy, convocó por sorpresa y con notable celeridad, en su primer día de trabajo, la primera cumbre extraordinaria de jefes de Estado o de Gobierno para el 11 de febrero para "abordar la crisis económica y la respuesta al cambio climático". Pero para evitar recelos tuvo el cuidado de asegurar que tomaba la iniciativa "después de consultar con el primer ministro Zapatero y el presidente Barroso".

Zapatero, por su parte, no ha desaprovechado ocasión para asegurar por activa y por pasiva que renuncia a todo protagonismo y que su único deseo es facilitar las tareas al nuevo presidente permanente de la UE. No obstante, ha presentado una larga lista de cumbres internacionales que se celebrarán en España -con América Latina, EE UU, Unión por el Mediterráneo, Marruecos, Pakistán, México y Egipto- que quita el hipo y ha levantado más de una ceja en Bruselas. En cualquier caso, ha quedado claramente establecido que estas reuniones internacionales serán presididas por Van Rompuy, que estará acompañado a su derecha por Zapatero como anfitrión.

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Donde realmente España mantiene el poder es en el control de las agendas y en la presidencia de los consejos sectoriales. Los ministros españoles presidirán todos los Consejos Europeos a excepción del de Exteriores, que dirigirá Ashton. Pero tanto la agenda del Consejo de Exteriores como la del Consejo Europeo se elaborarán en el Comité de Representantes Permanentes -presidido y controlado al milímetro por el embajador Carlos Bastarreche- y en el Consejo de Asuntos Generales, dirigido por el titular de Exteriores, Miguel Ángel Moratinos.

La realidad es que hoy por hoy tanto Van Rompuy como Ashton cuentan con equipos humanos muy reducidos y precisan del apoyo constante de toda la maquinaria europea, que en estos momentos depende en buena medida de la presidencia rotatoria. Esto no quita que, a pesar de su poder incipiente, Catherine Ashton esté forjando un equipo con un peso más que considerable de diplomáticos británicos, empezando por su jefe de gabinete y siguiendo por el director del Consejo y otros cargos. Algo que no está pasando inadvertido en Bruselas, donde todo se calibra.

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