_
_
_
_
_

El 'Alakrana', al rescate

La solidaridad se impuso al miedo entre la tripulación del Alakrana, el atunero español que vivió el secuestro a manos de piratas somalíes más largo hasta ahora. Cuando recibieron ayer por la mañana la llamada de auxilio del Intertuna II y del Artxanda ante el inminente asalto de los piratas, el buque, que lleva a bordo a sus propios vigilantes armados, recogió el guante junto al Artza, que también puso proa rumbo a los barcos en peligro. Este último, propiedad de Atunsa, también repelió un ataque a tiros en octubre pasado.

Albacora, empresa propietaria del buque afectado, dio las gracias públicamente a los armadores y tripulantes por dirigirse de inmediato a ayudar, aunque no llegaron a tiempo. "Estábamos a unas 30 millas del Intertuna, hubiéramos tardado dos horas en llegar, pero algo había que hacer. Fuimos por una cuestión de solidaridad. Sabemos lo que supone enfrentarse a éstos", responde Agustín Freire, capitán del Alakrana.

Más información
Alerta máxima por la oleada de ataques en el Índico

Él no vivió los 47 días de infierno en manos de los corsarios somalíes. Pero la tripulación africana que le acompaña en esta etapa sí padeció el secuestro. "Hay siete u ocho de ellos con nosotros ahora mismo. Estoy impresionado, porque los españoles están tocados y éstos volvieron al trabajo como si nada. No sé si llevan la procesión por dentro". El capitán no se muerde la lengua a la hora de calificar la escalada de violencia de las últimas horas. "Nadie podía imaginar un ataque como éste; salieron todos a la vez. Es una oleada bestial. Ellos son conscientes de que vamos armados y no se cortan. Ya no hay disparos de aviso ni medidas suaves que valgan. O respondes o te pillan".

Freire explica que es muy difícil mantenerse en alerta constante y vigilar todos los flancos. "Tenemos poca experiencia y el radar sirve de poco con los esquifes. Hoy [por ayer] vimos uno a cuatro millas de distancia que no habíamos detectado". Queda claro, explica, que los piratas no van a olvidarse del negocio de la piratería. El hambre, añade, es mala consejera. "Esta gente necesita trabajar, por llamarlo de alguna manera. No van a parar", concluye.

Lo que más afecta es lo que sucede más cerca. Para no perderte nada, suscríbete.
Suscríbete

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_