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Reportaje:El futuro del sistema financiero

La fusión tiene en vilo a los trabajadores

Empleados de ambas cajas están preocupados y cansados del tira y afloja político

El debate sobre la posible fusión de las cajas se parece a un serial que ha perdido el encanto, si es que alguna vez lo tuvo. Siete empleados de ambas entidades se declaran cansados del bombardeo de información y del largo debate que ha suscitado en la escena pública. Son solo una pequeñísima muestra de los 7.853 trabajadores que juntan ambas cajas. Una limpiadora, una celadora, un administrativo y varios mandos intermedios, jóvenes o con 40 años de servicio, sacan punta a una situación que, aunque les pese, está lejos de apagarse.

A Manuel Ferreiro le gusta hablar "como ciudadano y como empleado" de Caixa Galicia. Suele tomarse cafés por las mañanas en los alrededores de la Praza de Abastos, de Lugo, donde está su oficina, y en muchas ocasiones coincide con sus compañeros de Caixanova. A sus 60 años, Manuel no se corta a la hora de asegurar que "el problema está en Ferraz, en la sede del PSOE; porque aquí, en Galicia, el partido es como un barco sin capitán y todos los marineros van a su aire". Pone como ejemplo del lío a Abel Caballero, el alcalde de Vigo, a quien define como "un caudillo". A su juicio, Feijóo no tuvo mano izquierda a la hora de abordar la fusión, "y ahora toca resolver un problema que es eminentemente político", dice.

"Los clientes preguntan cada día cuatro o cinco veces por la fusión"
"Cada vez vemos más cerca a Cajamadrid, y ese es el problema"
"Los periódicos se posicionan, a veces a costa de contar medias verdades"
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Manuel lleva 36 años trabajando en Caixa Galicia, y recuerda el proceso de fusiones que afrontó la entidad, con la absorción de la Caja de Ahorros de Lugo, de la que procedía. Nada que ver con la situación actual. De sus compañeros de café en la Plaza de Abastos asegura que "en Caixanova, salvo los que están muy adoctrinados, en general son más proclives a la fusión, siempre exceptuando a los más cercanos al caudillo, claro", en este caso en clara referencia a Julio Fernández Gayoso, presidente de la entidad. Y da un motivo: "Antes que empleados de las cajas somos gallegos, y este en un problema de país".

No lo secundan en el Sur. "Llevo toda la vida en Caixanova, he visto cómo se ampliaba la obra social desde la residencia de estudiantes y las primeras guarderías. Estoy indignada, de verdad, no entiendo por qué tiene que haber fusión, nadie me lo ha explicado, la competencia es lo mejor que hay". Habla Mucha Alcántara, una veterana que trabaja en el Centro Cultural de Vigo y que sigue de cerca el "culebrón". "Me da la sensación de acoso continuo. Conozco a esta entidad, conozco a la directiva. Nuestro presidente apostó siempre por todo esto que tenemos en Vigo, somos una caja solvente que favorece a muchas familias". Mucha, al igual que Manolo en el Norte, vivió la fusión entre Caixavigo, Caixa Ourense y Caixa de Pontevedra de cerca, pero dice que no tuvo nada que ver con el intento de la Xunta: "Fue una cosa bastante pacífica. Ahora estamos inquietos y no te explicas tanto empeño".

Quien no la vivió de cerca fue Lorena García, de 30 años y gestora de pymes de Caixanova en Ourense. Antes de empezar la conversación aclara, aunque no se lo pregunten, que está en contra de la fusión. "Mira, yo llevo la camiseta de mi equipo y para mi no hay mayor motivación que sacar el barco adelante". Cada día preguntan, "sin exagerar, cuatro o cinco veces" por la integración, aunque sabe que más allá de eso a sus clientes les preocupa que se les corte el grifo del crédito. Personalmente está informada, aunque intenta que afecte lo mínimo a su trabajo.

Le pasa lo mismo a Manuel, de Caixa Galicia, con los impositores que atiende. "Sobre todo preguntan, y lo hacen en función del grado de información que tienen, pero sin mayor problema". Y ante una eventual fusión con Caixanova, advierte que lo que pueden pensar los empleados "va en función de cada uno, porque no es la misma perspectiva la de un trabajador de 30 años que la de otro de 60".

En A Coruña, de oficina en oficina va Isabel Gayoso, con 50 años y 30 de servicio en la caja, porque le toca hacer sustituciones en el área de la capital herculina. "Sinceramente, cada vez vemos más cerca a Cajamadrid, y ese es el gran problema", dice. Isabel pertenece al comité de empresa de Caixa Galicia, en representación de la CIG, y está ahora enfrascada en la preparación de las asambleas informativas que celebrarán la próxima semana para tomar posición sobre el proceso, con la previsible convocatoria de concentraciones de protesta.

"Tiene que haber fusión; ojalá no la hubiera", explica, "porque eso querría decir que seguimos solos, que podemos hacerlo, tanto unos como otros, pero eso no es posible a la vista de lo que dicen unos y otros". "La gente está preocupada y nerviosa", dice, "y lo peor es que se dirigen a nosotros pensando que tenemos información, y eso no es cierto". "Necesitamos que la dirección hable, que nos explique lo que está pasando, porque tenemos nulo conocimiento interno del proceso, y su actitud lo único que genera es una mayor preocupación entre nosotros".

Isabel habla y sigue latiendo en sus palabras un miedo: Cajamadrid. "Es el mayor problema, pero es que lo es para cualquier empleado", explica, "no es lo mismo irte a trabajar a Pontevedra que a Móstoles", si al final Caixa Galicia se une a la entidad presidida por Rodrigo Rato.

Alberto Granada, del departamento de marketing de Caixanova, también se queja, pero de otra cosa: "Todos estamos informados, tenemos activadas las alertas de google, y lo vivimos con preocupación. El tratamiento en los medios es muy diferente, los hay que están claramente posicionados y toman partido reforzando sus posiciones a veces a costa de contar medias verdades".

Reconoce que, desde dentro, los ríos de tinta que derrochan los periódicos "muchas veces sientan mal, porque aquí tenemos los datos y porque se echa leña al fuego de un tema cuyo desenlace no es inminente". Se confiesa cansado de desayunar día sí y día también con una noticia de su caja. Pero hace una lectura positiva: "Con todo lo que está pasando se está reforzando la cohesión de la plantilla en cuanto al negocio. Nos ponemos las pilas, trabajamos para cumplir objetivos, queremos demostrar que podemos seguir solos".

Desde Ourense, Francisco Diéguez, 48 años, casado y con dos hijas, se queja precisamente de esa presión "para conseguir objetivos, para todo", y lo achaca a la toma de decisiones de la cúpula de Caixa Galicia, "que para nada está paralizada", sostiene. En su opinión, "el ahorro de los gallegos no se puede ir a Madrid". "Es que encima están jugando con nuestro futuro, esto ya dura bastante". Administrativo en una de las oficinas urbanas, Francisco procede de la extinta Caja Rural de Orense, a la que se integró en el año 86. Dos más tarde, la entidad pasaría a la órbita de Caixa Galicia. "Entonces no había ni sindicados en la caja rural, y nos enteramos de la absorción el día que se firmó el protocolo". "Ya no sé si habrá fusión", lamenta ante el proceso actual "y ante tanta y tanta negociación, ése es el problema". Un problema que para Fina Seoane es el contrario. Tiene 62 años y se ha pasado la mayoría trabajando en la limpieza de Caixanova. "A Don Julio [Fernández Gayoso] lo veo como un padre, jamás ni él ni cualquier directivo tuvo un gesto de desprecio con nosotros". Ella forma parte de ese grupo que las auditorías no contabilizan al hablar de las prejubilaciones: "Estamos en crisis y quieren echar a más de mil. Pero detrás de ellos vamos nosotros, los de limpieza, los de seguridad o el que vende los sobres. A mí me entran temblores cuando lo pienso". A Feijóo no lo puede ver desde que planteó la fusión: "¿Qué pretende? Si me lo encuentro por la calle le voy a pedir una explicación. Don Julio tiene que irse por la puerta grande porque cuando nosotros lo necesitamos él estaba ahí, se ha preocupado siempre por la caja, por Vigo, ¿quién es capaz de pensar que dejaría que se llevasen la caja fuera?", se pregunta.

Unos y otros, con sus posiciones y desde sus puestos, se lamentan: "Esto ya dura bastante, y es que no sabemos para dónde vamos".

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