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El hechicero del Atlético

Ibrahima, refresco para Agüero y Forlán, recuerda sus comienzos en Senegal y Argentina

José Marcos

El domingo, por la noche, Ibrahima Balde no tuvo tiempo de hacer lo que en otros tiempos habría visto como lo más normal del mundo. "Una vez quería marcar un gol en un encuentro, para mí muy importante, todavía en Senegal. Así que acudí a un hechicero poderoso y me dio la solución. Me pidió un céntimo, lo hirvió en agua invocando a los espíritus y me lo devolvió. Antes del partido, me lo envolví con cuidado con una venda alrededor de una muñeca y en cuanto estuve cerca de la portería contraria me la quité y tiré la moneda adentro rápidamente, tal y como me había aconsejado aquel marabú. ¿Que si funcionó? ¡En la siguiente jugada marqué!", relata el delantero rojiblanco, que rescató con el gol del empate al Atlético en Zaragoza en el minuto 92, cuando apenas llevaba cinco en el campo. Algo a lo que el canterano está acostumbrado, pues sólo ha sido titular en dos de los ocho duelos de la Liga en los que ha participado -en total, lleva 178 minutos- y ha salido desde el banquillo las cuatro veces que le dieron bola en el camino hacia la final de la Copa.

"En vez de jugarme la vida en una patera, me fui a probar suerte en Buenos Aires"
"Tuve que esquivar piedras en Dakar. Así que, si me abuchearan, no me afectaría"
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"Asume su actual cometido, convertir los minutos de la basura en los minutos de la gloria, con un gran entusiasmo", resume José Sánchez Parra. El profesor asociado argentino, que ayer por la tarde dio como de costumbre su clase de Derecho Económico en la Complutense, es mucho más que un agente. "Es mi amigo, mi segundo padre, mi mentor", le quiere bien Ibra, que, a sus 20 años, está muy alejado del perfil alocado de algunos futbolistas. "Al contrario, es muy serio en el trabajo. Si no le traen al entrenamiento en coche, se viene como uno más en autobús desde su casa, en Pozuelo", dicen los empleados de la ciudad deportiva de Majadahonda. "¿El nombre de mi chófer? Autobuses Llorente, 1,55 euros el billete", se ríe el atacante, que luce colgando del cuello una chapa plateada con el nombre de su barrio, Pikine, marcado a fuego.

Durante años, ése fue el microcosmos en el que Ibrahima -y ahora un hermano suyo, en la posición de defensa, al que los responsables del fútbol base del Atlético ya han echado el ojo- se forjó frente a mil adversidades: partidos a vida o muerte "por un euro en juego", aficionados exaltados... "¿Que si siento la presión de jugar en el Atlético? He tenido que esquivar una lluvia de piedras a menudo en las liguillas de mi hogar, cerca de Dakar. Así que, si alguna vez me abuchearan, no me afectaría", desdramatiza alternando expresiones típicas argentinas: "Eso es porque un amigo me dijo de venir a Europa en patera y, en vez de jugarme la vida, opté por probar suerte en Buenos Aires a través de un amigo de mi padre".

Ibra para los amigos, Ibouh para la familia, llegó el pasado verano al filial del Atlético procedente del Vélez Sarsfield, que le dio "una oportunidad" tras la negativa del Argentinos Juniors. "Estaba en la escuela. Me quedaba un año para terminar y no aguanté más. Me di cuenta de que mi corazón sólo se activaba para jugar a la pelota y allá fue donde me surgió la ocasión", zanja el nuevo matador, que cambió la bulliciosa vida de Palermo por la más reposada de Pozuelo, el tango y la comida a pie de calle por el rancho del comedor de la universidad Francisco de Vitoria, donde su representante también imparte clases y que le pilla cerca de casa. "Y después del almuerzo, una siestecita reparadora y al gimnasio", apostilla Ibrahima.

"Su forma de jugar le exige estar perfecto físicamente porque hace un gran desgaste: corre mucho, presiona la salida del balón al rival, baja bien la pelota por alto... Estamos muy satisfechos con él porque no sólo aporta goles en unas condiciones tan al límite", apunta Quique Flores, el técnico rojiblanco, que en La Romareda decidió sacar al refresco de Agüero y Forlán -"lo único que puedo hacer es matarme en cada entrenamiento y aprender más y más de ellos"- casi sobre la campana para ver si podía rematar algún centro desde la banda. Dicho y hecho: Jurado apuró la línea de fondo y con la izquierda dio un pase que atacó perfectamente Ibrahima adelantándose a Contini. Fue el segundo gol del delantero con el primer equipo tras el que logró contra el Sporting en el Calderón siete jornadas atrás. Fue la manera soñada de cerrar una semana "perfecta", en la que amplió su contrato con el Atlético, que terminaba el 30 de junio, hasta 2013.

"¿Qué órdenes me dio Quique? No lo sé... Estaba tan nervioso que lo que quería era entrar ya para intentar marcar", reconoce el punta, que no fue inscrito en la Liga Europa para enfado del cuerpo técnico por un despiste burocrático y que llegó a su casa "hambriento" tras el viaje en autocar de regreso. "Le fui a recoger a las cuatro de la mañana y estaba que mordía. El pobre no cenó nada porque, mientras hablaba en la zona mixta, sus compañeros se zamparon una pizza de carne y le dejaron de la otra, de jamón", apunta Sánchez Parra. "Y, claro, como soy un buen musulmán, no como nada que venga del cerdo como tampoco pruebo el alcohol", advierte Ibrahima.

Ibrahima festeja con Agüero la consecución de un gol.
Ibrahima festeja con Agüero la consecución de un gol.CARLOS ROSILLO

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Sobre la firma

José Marcos
Redactor de Nacional desde 2015, especializado en PSOE y Gobierno. Previamente informó del Gobierno regional y casos de corrupción en Madrid, tras ocho años en Deportes. Es licenciado en Periodismo por la Universidad Complutense y Máster de Periodismo de EL PAÍS. Trabajó en Starmedia, Onda Imefe y el semanario La Clave.

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