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Reportaje:LOS OTROS 'CABANYALS' 4 | Barrio de Velluters de Valencia

El gran olvidado

Velluters camina despacio hacia su regeneración, invadido aún por los solares

Cristina Vázquez

Su nombre, Velluters, viene de la palabra vellut (terciopelo) por los miles de talleres sederos que en el siglo XV funcionaban a pleno rendimiento en las calles de este barrio histórico de Valencia. Es uno de los grandes olvidados del distrito de Ciutat Vella, junto a sus barrios hermanos de Carme y Mercat. El abandono de joyas arquitectónicas como el Colegio de Arte Mayor de la Seda, símbolo de la potente industria sedera, bien serviría de metáfora de lo que ha pasado en el resto del barrio. Con una población menguante y envejecida -a partir de 1950 el barrio empezó a perder población hasta verse reducida en un 57%-, este lugar no ha recuperado la vitalidad de las décadas de los cuarenta o cincuenta. Entonces todavía era un barrio de trabajadores, bullicioso, lleno de cines y comercios, y también emplazamiento del barrio chino.

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"Yo vine del pueblo recién casada y no sabía lo que me rodeaba. Entonces era un poco ignorante de estas cosas", cuenta Rosalía, vecina desde hace 48 años de Velluters. Con ella, Amparo, Dolores, Concha, Nemesia, Natividad y Nieves, que juegan al bingo dos tardes por semana en la Asociación de Vecinos El Palleter, se sumergen en el pasado en busca de recuerdos. "Me acuerdo que le preguntaba a mi prima Rosa, que vivía en mi misma escalera: "¿Qué hacen tantas mujeres ahí? Y ella me contestaba, 'pues nada, están tomando el fresco'. Pero el jaleo por las noches era increíble. Un día, cansada de que le preguntase, me contestó: 'Rosalía son mujeres de la vida. Y desde entonces, ni palabra", concluye Rosalía.

Han visto de todo desde que residen en el barrio. Han presenciado impotentes al auge de las mafias de la prostitución y la droga en sus calles, aunque reconocen que la marginalidad ha disminuido en los últimos años. "Pero lo que todavía queda sigue parando a muchas personas a la hora de venirse a vivir aquí". En este ir y venir de recuerdos y anécdotas, Concha insiste en que no todo es malo. De repente saca de otras décadas a personajes como el farmacéutico don Gerardo y sus fórmulas magistrales, o la chocolatería de la esquina, incluso el cine Giner: "Le llamaban el cine de los piojos porque íbamos la chiquillería del barrio todos los jueves".

Los estudiosos fechan el inicio de la decadencia de este barrio en el siglo XIX, pero el periodo definitivo fue la segunda mitad del siglo XX. "La especulación a partir de entonces en Ciutat Vella tuvo que ver con dejar caer los edificios", explica el arquitecto urbanista Carles Dolç. El resultado puede verse hoy con sólo darse una vuelta por sus calles. Es un barrio plagado de solares. "Si se limpiaran de porquería, se podrían emplear como huertos urbanos, parques o lugares para otras actividades lúdicas", propone Lourdes, de la asociación El Palleter.

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El último solar le ha dolido al barrio y a sus habitantes en lo más hondo. Es la parcela, ahora convertida en aparcamiento de coches, donde se levantaba el antiguo teatro Princesa hasta febrero de 2009, en que fue pasto de las llamas en un pavoroso incendio cuyas causas se desconocen al día de hoy, lamenta Pep Pacheco, otro de los vecinos del barrio. La plataforma Recuperem el Princesa quiere que el solar, de propiedad privada, se devuelva al barrio en forma de un centro cultural autogestionado por los vecinos. De momento, no hay presupuesto público.

El barrio ha recibido atención de las administraciones públicas, pero los planes municipales están muy retrasados. Velluters se benefició en los noventa del europeo Plan Urban, un programa de rehabilitación que tuvo su eje principal de actuación en la calle de Viriato, donde se ha levantado un plaza considerada dura por la hegemonía del cemento y a la que dan el Conservatorio Profesional de Música y la Escuela de Artes Aplicadas y Diseño. Se quería recuperar a residentes jóvenes para el barrio, pero no se ha conseguido. Faltan aparcamientos -inexplicable que el parking municipal construido en Viriato, de más de 200 plazas, siga siete años después de acabado sin adjudicar las plazas a los vecinos por trabas burocráticas-, un consultorio médico, un colegio público, parques y zonas verdes. "Es un barrio que necesita reedificación, recuperar población. La isla del Princesa es otra gran oportunidad para Velluters", entresaca Carles Dolç de una larga lista de tareas por hacer.

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Sobre la firma

Cristina Vázquez
Periodista del diario EL PAÍS en la Comunitat Valenciana. Se ha ocupado a lo largo de su carrera profesional de la cobertura de información económica, política y local y el grueso de su trayectoria está ligada a EL PAÍS. Antes trabajó en la Agencia Efe y ha colaborado con otros medios de comunicación como RNE o la televisión valenciana À Punt.

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