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Columna
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¿Qué reforma para qué ciudad?

Joan Subirats

El debate sobre la reforma de una parte de la Diagonal se ha planteado como un asunto que compete a toda la ciudad. Estamos hablando de poco más de tres kilómetros de una de las vías más significativas y largas de la ciudad, pero de hecho el debate se plantea sobre una cuarta parte de su longitud. Estos días se ha cerrado al tráfico una parte significativa de la avenida de Roma, y son ya habituales las peatonalizaciones totales o parciales de muchas calles de la ciudad. La calle de Balmes está perdiendo uno de sus carriles de circulación. Ninguno de estos cambios se ha planteado con el mismo nivel de debate y de medios con que se está abordando la reforma de la parte central de la Diagonal. Si bien en ciertos casos se procede a consultar de manera más o menos formal a vecinos y comerciantes, ello no es para nada comparable con la consulta ciudadana prevista para el próximo mes de mayo. ¿Qué hace de la reforma de la Diagonal algo distinto y significativo?

La deliberación y el debate social son cada vez más imprescindibles en temas estratégicos

- La reforma. El planteamiento del Consistorio, más o menos explicitado, es convertir esta reforma en un caso emblemático sobre la concepción del espacio público, sobre las formas de movilidad, y plantear el futuro de uno de los espacios centrales más importantes y característicos de la ciudad y de su conurbación. De hecho, reformar la Diagonal permite replantear y discutir el papel de toda la malla del Eixample, redefinir modos de transporte y empezar a dibujar una nueva forma de ciudad, más adaptada a los retos de este inicio de siglo. Y todo ello tras colocar el tranvía a ambos lados y señalar así la necesidad de la conexión, tras potenciar el uso de la bicicleta y tras preparar la ciudad para la definitiva llegada del AVE, la remodelación de la Sagrera y la puesta en marcha de la línea 9 del metro. No es, pues, un asunto de distrito. Es un tema emblemático sobre el futuro de la ciudad.

- El proyecto. La gestación de los proyectos sobre los que decidir se ha hecho a partir de unos puntos previos no discutibles que expresan convicciones políticas de fondo: más y mejor espacio público, más movilidad en transporte público, recuperación de sentido social y de significado humano de un paseo que identifica a la ciudad. Las alternativas genéricas que se han presentado parten de esos supuestos. Una, la A, es más respetuosa con los fuertes componentes de memoria y de usos actuales, y significa un salto de calidad y de mejora desde los parámetros actuales. La otra, la B, parte de una mayor libertad formal, señalando un cambio flexible no exento de riesgos en cuanto a su actual configuración.

- La votación. Las alternativas técnicas planteadas se someterán a consulta ciudadana. ¿Es necesario? Estos días, de sectores profesionales vinculados a la arquitectura y al urbanismo surgen muchas voces que muestran su escepticismo o su rechazo ante la eventualidad de la votación. Se alude a que en otras épocas las grandes decisiones urbanas no se votaron. Ni las urbanas, ni ninguna otra. Otros añaden que la opinión ciudadana no aportará valor o más bien genera confusión. No es un tema nuevo. No acaban de entender que no se somete a votación la viabilidad técnica, que se supone, sino la viabilidad social. Y que cuanto más complejo es un problema desde el punto de vista social, cuantas más aristas y posibles desacuerdos plantea, más necesario es incorporar legitimidad y consenso para que su implementación sea posible. La deliberación y el debate social son cada vez más imprescindibles en temas de alcance estratégico

- La decisión. ¿Cómo acabará el tema? Una parte del objetivo ha sido ya alcanzada. El debate está servido. Los estudios técnicos complementarios confirman la viabilidad de las opciones. Y el propio proceso, en el que se consultó a todo tipo de actores y en distintos formatos, es ya una realidad insoslayable. Lo que vaya a hacer el Consistorio que salga elegido en mayo del 2011 con la decisión ciudadana no es un tema menor, pero no es el elemento decisivo en estos momentos. Lo que está en juego es quién quiere repensar la ciudad en una perspectiva de futuro (opciones A y B) y quién, por diversas y muy variadas razones, simplemente quiere que todo siga igual (opción C). Lo que tenemos que decidir es si queremos una nueva Diagonal para una Barcelona distinta.

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