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Obama marca nuevos horizontes para la carrera del espacio

El presidente de EE UU concentra a la NASA en la investigación - Descartado el regreso a la Luna, construirá un supercohete para exploraciones lejanas

Antonio Caño

En un asunto en el que están en juego el poder y el orgullo nacionales de Estados Unidos, Barack Obama explicó ayer sus planes para modificar el curso de la carrera espacial y extender sus metas hacia Marte y otros horizontes aún más lejanos. El proyecto, recibido con controversia entre los expertos y escepticismo en la industria del sector, supone la privatización de algunas operaciones, la cancelación de programas y la creación de otros nuevos que devuelven a la NASA al papel principal de la exploración del espacio.

En una visita a las instalaciones del centro Kennedy, en Cabo Cañaveral, donde conversó con científicos y trabajadores preocupados por el futuro de sus empleos, Obama aseguró que Estados Unidos no sólo no renuncia a la conquista del espacio sino que, por el contrario, se implica con más energía aunque con una nueva filosofía.

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La Administración norteamericana no quiere que la NASA sea la institución que se ocupe de atender regularmente las necesidades de la Estación Espacial sino una agencia de investigación que busque nuevos desafíos en el espacio. Para ello, Obama anunció que en 2015, EE UU comenzará a fabricar un supercohete con el que viajar hasta distancias que no se han alcanzado jamás.

A cambio, tal como ya se estableció en la presentación en febrero de los presupuestos nacionales, se ha eliminado el proyecto Constellation para el retorno a la Luna, y, según había decidido la anterior Administración, se acabará también el próximo año el programa de transbordadores espaciales. El regreso a la Luna, según el Gobierno, resultaba excesivamente costoso y escasamente atractivo desde el ángulo científico.

Obama dijo que se conservará, no obstante, una parte del Constellation, la construcción, aunque en un tamaño menor, de la cápsula Orion, que se utilizará para casos de rescate de emergencia de los habitantes de la Estación Espacial, cuya vida se extiende al menos hasta 2020. El Gobierno norteamericano dedicará 6.000 millones de dólares a promover que empresas privadas se ocupen a partir de ahora de transportar a los astronautas hasta la estación y de otras tareas de índole comercial de las que ahora se encargaba la NASA. Mientras tanto, una vez desaparecidos los transbordadores, los astronautas estadounidenses podrán viajar en cohetes rusos.

Esto representa, entre una parte de la población norteamericana, una verdadera puñalada contra una nación que ha liderado la carrera espacial durante medio siglo. Desde su nacimiento, la conquista del espacio es, además de una gran aventura científica, una colosal exhibición de poder. La guerra fría se libró tanto en Cuba o en Berlín como en aquella gloriosa competencia entre astronautas soviéticos y norteamericanos por llegar antes a la Luna.

Esa competencia desapareció ya hace años, pero el espacio sigue siendo el mismo símbolo de la extrema ambición humana. Ahora el reto lo presenta China, que en 2016 tiene previsto poner en acción su propio programa de transbordadores, mucho más avanzados que los que ahora se ven obligados a clausurar los norteamericanos. India, Brasil y otros países emergentes están desarrollando también proyectos valiosos.

Este es un duelo que Estados Unidos no puede permitirse perder si quiere seguir ocupando un papel hegemónico en el mundo. La investigación del espacio no es un lujo exhibicionista. De los avances en esa área depende en parte el progreso económico y la potencia militar. Los sistemas de comunicaciones y transporte, miles de acciones rutinarias, como sacar dinero de un cajero automático, están relacionadas con la tecnología relativa al espacio.

En cuanto a su repercusión militar, donde aún se recuerda el proyecto Guerra de las Galaxias que le dio a Ronald Reagan la baza final para acabar con la Unión Soviética, el Pentágono considera el espacio como un terreno defensivo de igual o superior categoría que los mares o las fronteras terrestres.

En un ámbito más modesto, la industria vinculada al espacio genera miles de puestos de trabajo en el Estado de Florida, donde ahora existe una gran inquietud sobre cómo va a afectar esta nueva concepción espacial a su economía. La Casa Blanca asegura que los nuevos programas que se pondrán en marcha crearán 2.500 nuevos puestos de trabajo.

El anuncio de Obama ha dividido a los principales expertos. Neil Armstrong, el primer hombre que pisó la Luna, y Eugene Cernan, el último en hacerlo, enviaron el lunes una carta a la Casa Blanca en la que advertían que el proyecto de Obama era desastroso y "relegaría a Estados Unidos a una segunda o tercera posición a escala mundial".

Buzz Aldrin, uno de los compañeros del viaje de Armstrong, y Sallly Ride, la primera mujer que viajó al espacio, creen, por el contrario, que el plan de la Administración es un enorme empujón en la carrera espacial. "Creo que va a permitir que la NASA se concentre en lo más difícil, en los grandes desafíos de la exploración del espacio", declaró Ride.

Obama con Buzz Aldrin, del <i>Apollo 11</i>, al partir hacia Cabo Cañaveral.
Obama con Buzz Aldrin, del Apollo 11, al partir hacia Cabo Cañaveral.AFP

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