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HISTORIAS DE UN TÍO ALTO | Baloncesto
Columna
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¡Steve Nash gana el anillo!

Cada vez que lavo las sábanas de mi cama, me sorprende lo fresco, limpio y nuevo que dejo mi dormitorio. Esa primera noche, cuando las sábanas están recién salidas de la secadora, siento la tentación de dormir en el sofá: no quiero ensuciar el inmaculado entorno que he creado en mi cama.

Con los playoffs de la NBA sucede algo por el estilo. Cuando observo el cuadro de 2010, con sus líneas perfectas y sus bonitos logotipos, quiero saborear su naturaleza virgen. Quiero pretender que todo el mundo puede ganar. Y puedo. Esa es la belleza de empezar de nuevo, ya sea en un cuadro de playoffs que todavía no ha sido desfigurado por los ganadores y los perdedores o en una cama hecha con unas sábanas que las células que se desprenden de mi piel y las secreciones aceitosas de mi cuerpo todavía no han ensuciado.

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LeBron James doma a los Bulls

Bajo la superficie se ocultan sucios secretos, listos para desordenar la cama de la NBA. Secretos como la rodilla derecha de Brandon Roy, el cartílago de Kevin Garnett y la ropa de calle de Kenyon Martin. Esos detalles saldrán a la luz muy pronto. De momento, supongamos que todo va bien, que todos los equipos tienen una posibilidad, como le gustaría que creyéramos al equipo de promoción de la NBA.

Partiendo de esa suposición, puedo imaginarme los playoffs que me gustaría ver. Los Thunder derrotan a los Lakers en la primera ronda. Los Jazz dan una sonada paliza a los Nuggets y demuestran al mundo lo que he estado pregonando toda la temporada: que los equipos pueden ganar si juegan como es debido. Los Bulls sorprenden a los Cavaliers y sumen a los medios de comunicación en un pánico en toda regla al tratar de justificar el fracaso de LeBron James. Un poético emparejamiento de segunda ronda entre los Mavericks de Dirk Nowitzki y los Suns de Steve Nash con una dramática victoria de estos últimos, en camino hacia un improbable puesto en la final frente a un rudimentario equipo de los Magic que, por fin, ha sacado partido de Vince Carter, en su senda hacia épicas victorias frente a los advenedizos Bucks y los nobles Celtics. Y para terminar, una hermosa y trascendental final en la que se reconoce el mérito del mejor tío del baloncesto (Steve Nash) tras una encarnizada serie contra unos Magic de Orlando que siguen sufriendo (aunque ahora están un poquito más cerca).

Suena bien, ¿no?

Ahora viene la parte en la que, normalmente, escribiría: qué pena que no va a ser así. Luego, haría algún comentario sarcástico sobre los estadounidenses o alguno excesivamente halagador sobre Pau Gasol y todos nos iríamos contentos a casa.

Pero hoy, no. Hoy me interesa la fantasía, equipos felices, rodillas sanas y sábanas limpias, tanto en sentido literal como figurado. Ya habrá tiempo de sobra para la realidad, una vez que caigamos en la cuenta de que el resultado de la serie Bulls-Cavs era de prever, que Tim Duncan está acabado, que...

No, Paul. Todavía, no. Los playoffs de la NBA acaban de empezar. Cualquiera puede ganar.

Disfruten de la fantasía.

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