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La primera crisis del euro
Columna
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Entre todos la mataron...

Xavier Vidal-Folch

...y ella sola se murió. El dicho se refiere a Grecia. Y sobre todo, a lo que puede suceder con la moneda única. El euro no resistirá incólume dos tormentas como ésta.

El peor augurio en el trato dispensado por los europeos (o sea, Alemania y Holanda, flanqueadas por el silencio de los corderos del resto) al caso griego es el manejo del tempo. Llevan siete meses discutiendo desde que apareció el asunto. Y cuatro desde que estalló como problema. !Cuatro meses para sajar (aún no lo logran) una crisis en la deuda que amenaza convertirse en tormenta monetaria! Ésto es como si a José Tomás no le hubieran ni tocado las arterias en Aguascalientes y le hubiesen devuelto a España para operarle.

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Manejan una crisis monetaria como si fuese el parsimonioso diseño de una pirámide; relegan el problema de la divisa a mero trasunto presupuestario; se refocilan en la rebelión social vecina como un éxtasis para los electores propios; incumplen el tratado que les obliga a considerar sus políticas económicas como "una cuestión de interés común" (art.121) y sólo olfatean, suicidas, el rendimiento electoral doméstico a cortísimo plazo.

Como si no fuera con ellos. ¿Hasta que el drama acabe en tragedia?

¿Por qué actúan así? Arriesguemos una respuesta. Igual que existe el riesgo moral que aconseja calibrar bien las ayudas públicas que puedan premiar las malas conductas, y pues, incentivarlas, existe la hipocresía moral propia del falso acreedor. Es quien tira la primera piedra (o regatea el primer apoyo), porque se cree legitimado para ello: se autoconsidera erróneamente libre de pecado.

Pues nadie lo está para apedrear a Atenas y al euro. Porque ninguno de los 16 socios del Eurogrupo cumple hoy los criterios de Maastricht que sí cumplían cuando pasaron el examen de acceso a la unión monetaria, la mayoría en 1998.

Todos desbordan los dos requisitos clave, que son los presupuestarios, los techos de déficit (3% del PIB) y de deuda (60%), salvo Luxemburgo y Finlandia que incumplen la, también requerida, estabilidad de precios. Claro que en muy distintos grados y a lo largo de períodos distintos. No es lo mismo incumplir bajo crisis que en fase de bonanza. El propio Pacto de Estabilidad que desarrolla esos criterios permite superar los topes en casos de aguda recesión.

Ahora bien, si lo que está en juego es el principio de la ortodoxia fiscal, a la que convendría volver de estampida como reclama Berlín cada segundo, nadie puede dar muchas lecciones a nadie. De hecho, a petición de la misma parte, tanto el presidente del Consejo Europeo, Herman van Rompuy, como el comisario Olli Rehn, se han comprometido a presentar propuestas para endurecer el compromiso de estabilidad. Rompuy debe formularlas antes de acabar el año. Rehn, el próximo día 12, aunque ya adelantó una en el último y alicorto Ecofin: que Bruselas someta a una suerte de censura previa los presupuestos de cada Estado miembro.

El paquete resultante debe ser equilibrado, pues el equilibrio es la marca de fábrica de la UE. Si se refuerzan la ortodoxia y las sanciones, deben reforzarse también los instrumentos de solidaridad: !qué rápido se ha olvidado la idea de un FME! Pero ¿cómo debe endurecerse el Pacto? También debiera hacerse con equidad. Los think tanks norteños multiplicarán propuestas para apretar los tornillos a los morenos/importadores/mediocres. Deslícese pues una idea compensatoria que ate corto también a los rubios/exportadores/prósperos: anular la reforma que suavizó el Pacto en 2005, cuando quienes lo incumplían eran Francia y Alemania y pidieron ese baño de árnica.

Eso implica abolir, enterito, el artículo 3 del Reglamento 1056/2005, que, entre otras cosas, da casi patente de corso para no ser sancionado por déficit excesivo a quien tenga un mayor "potencial de crecimiento"; a quien descuelle en "fomentar la I+D+I"; y a quien más "esfuerzos presupuestarios" dedica a "la unificación de Europa"... Adivinen pues, a quién.

Una última adivinanza relacionada con falsos acreedores. ¿Quiénes son los dos conciudadanos que vienen insistiendo en identificar a España con Grecia para poner al Gobierno en aprietos? Su contribución para formar criterio catastrofista a las agencias de calificación es inestimable. Con la decisión de S&P de ayer, tal aportación ya cuesta dinero concreto a cada contribuyente español. Dos pistas: no son economistas. Y se definen como patriotas.

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