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Seis personas en 30 metros cuadrados

La ciudad de Barcelona tiene 3.156 'pisos' o 'apartamentos patera'

La puerta del número 83 de la calle de Àvila de Barcelona se abre con un ligero empujón. En la primera planta, Abdoulaye Niang comparte piso con cinco amigos de juventud. Según la ley de derecho a la vivienda, seis personas deberían vivir en un piso de más de 56 metros cuadrados, pero la vivienda de estos inmigrantes senegaleses no llega a los 30. Pagan 650 euros al mes y por la chatarra que venden no sacan más de 20 euros al día. El apartamento, en el corazón del Poblenou, tiene tres habitaciones, en las que se amontonan colchones y mantas. No hay ni un mueble. La única decoración está en el salón, presidido por un barco de madera que encontraron en la calle. En la pared cuelga una bandera española y en la televisión se intuye, pese a las interferencias, el programa de Ana Rosa Quintana, que todos siguen, confiesan, cada mañana.

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Aunque afirma indignado que ellos, los senegaleses, son "los gitanos negros de Cataluña", Abdoulaye Niang sólo tiene buenas palabras cuando habla de Barcelona: "Sin duda, la mejor ciudad para el extranjero". No es extraño que piense eso después de haber llegado a Canarias en patera, pasado 40 días en la cárcel y malvivido en las calles de Murcia y Vigo. Cuando llegó a Barcelona, pasó unos días en asentamientos de Poblenou hasta que descubrió la mano amiga del Consorci d'Entitats per l'Acció amb Immigrants. Gracias a uno de los programas de esta ONG, recibió 210 euros mensuales durante tres meses para pagar la comida y el alquiler de una habitación mientras empezaba a buscarse la vida. Lo consiguió. Abandonó el asentamiento en el que vivía y empezó a vender chatarra. Estar en un piso patera le trae sin cuidado. "No necesito más y me gusta compartir la casa con mis amigos, no soportaría vivir solo", dice.

En Barcelona hay 3.156 apartamentos como el de Abdoulaye y él responde perfectamente al perfil de sus habitantes. Según el informe Cuantificación y distribución territorial de la población mal alojada, encargado por la Secretaría de Vivienda de la Generalitat, el morador de un piso patera es hombre (el 61%), tiene entre 35 y 64 años, como el 34%, y trabaja en la economía sumergida (55,5%).

Abdoulaye Niang desayuna sentado en uno de los dos sofás del salón. Da un sorbo al té y deja el vaso en el suelo porque no hay mesa. Sólo un calefactor y un cenicero lleno a rebosar de colillas. Al lado del salón está la terraza, de unos cinco metros cuadrados. Allí tienen instalada una especie de cocina con lo justo y necesario para cocinar.

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A sus 42 años, lejos de su mujer y sus dos hijos, Abdoulaye no tiene ninguna intención de volver a Senegal. "Yo moriré en Barcelona", repite una y otra vez. Sus compañeros asienten con la cabeza. Son de la misma ciudad, Saint Louis, y también quieren que Barcelona sea la última parada de su aventura europea. Aun así, los subsaharianos como ellos sólo representan el 8,2% de las personas que habitan en un piso patera en Barcelona. La mayoría viene del Magreb (35%), casi 3 de cada 10 son latinoamericanos y el 8,7% procede de Asia. Sólo el 13% son catalanes y el 3,3% llegaron del resto de España.

Como Abdoulaye, más de la mitad de las personas que viven en un piso patera tiene unos ingresos mínimos anuales inferiores a 6.000 euros. De momento, él no puede mandar dinero a su familia, pero augura un futuro prometedor para sus hijos: "Van a ser futbolistas, así que se ganaran bien la vida".

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