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Elecciones en Reino Unido
Columna
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'Fortiter in modo'

Todas las naciones occidentales cultivan una confortable mitología de sí mismas, y encastillarse en la diferencia siempre ha gustado desde el Spain is different al sonderweg, vía alemana a la modernidad, o la exception française como defensa de la cultura nacional; pero los líderes en ese campeonato de la idiosincrasia son los británicos, para quienes distinguirse del resto del mundo asume forma de civilización. Y se especula con que mañana, en las elecciones al Parlamento de Westminster, uno de los pilares de la identidad política de las islas, podría sufrir un grave contratiempo. Unos Comunes sin mayoría absoluta, con un neo-laborismo muy debilitado, y un partido liberal-demócrata en fuerte ascenso podrían facilitar la reforma del sistema electoral.

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La fórmula se llama first-past-the-post o el vencedor se lo lleva todo. En cada una de las 650 circunscripciones de Reino Unido sólo puede haber un vencedor, con lo que solía decirse que se reforzaban la independencia y la proximidad del elegido a sus votantes, aunque eso cada día sea menos cierto porque con las férreas disciplinas de partido el diputado vota hoy lo que le mandan; y, con mayor precisión, que favorecía el bipartidismo y la formación de Gobiernos mayoritarios. Pero si el sistema deja de garantizar la gobernabilidad, ¿para qué sirve?, y, sobre todo, hace difícil ignorar que con ese sistema el partido más votado no tiene por qué ser el que obtenga más escaños. Los liberal-demócratas, que dirige el cauto, directo y fotogénico Nick Clegg, pueden disputar el segundo puesto o hasta la victoria electoral, pero como reparten su voto uniformemente por todo el territorio cabe que apenas sobrepasen los 63 escaños que hoy defienden contra los más de 300 a que aspiran los tories de David Cameron, biencarado también pero como un antiguo retrato color sepia, y los 200 y pico a los que se despeñarán -si hay que creer a las encuestas- los neo-laboristas del hirsuto premier Gordon Brown, al que un periodista norteamericano ha comparado a una cama deshecha. Pero aun con sólo unas docenas de diputados, los lib-dems podrían tener la llave de la gobernación y forzar la adopción de un sistema que les devuelva, como ocurría hasta los años veinte, una voz decisiva en los asuntos públicos.

Reino Unido es una de las grandes Naciones-Estado que peor lleva la globalización. Cualquiera que haya conocido la Inglaterra de los años sesenta y no haya dejado de visitarla se habrá percatado de lo que probablemente la gran mayoría de los británicos ignora o prefiere olvidar: la europeización del país. Y todo ello sin que ese aparatoso culto a la diferencia resulte menos visible, porque al sentir que se estrecha el cerco sus fieles lo hacen aún más estridente. La oposición de buena parte de la clase dirigente británica a la construcción europea, sentimiento que ha transmitido a las clases subalternas con todo el vigor de la norma no escrita pero petrificada en los genes, refleja el temor a la presunta aplanadora de la UE, y el movimiento euro-escéptico es su guardia de corps, ya que no división acorazada.

La presunta excepcionalidad inglesa / británica abarca muchas facetas pero todas confluyen en un estilo: lo que Ortega llamaba el sentido deportivo de la vida. En esa glorificación de lo británico que es Carros de fuego, el aristócrata que compite en la carrera de vallas se entrena poniendo una copa -de champán, naturalmente- a cada extremo de la madera, y renuncia con elegancia ancestral a disputar la prueba en los Juegos a favor de un rival y compañero. La flema en situaciones límite; lo que nunca se acaba de decir -el understatement-; una capacidad de autocrítica siempre que no afecte a lo esencial como en la novela / filme Lo que queda del día, tienen su mitológica expresión en el dicho latino: suaviter in modo, fortiter in re, al que acaso podríamos darle la vuelta: fortiter in modo, suaviter in re. ¿Y acaso no es la última originalidad de un establishment convertir en protagonista de la campaña a un joven que se formó en Europa, por la sangre sólo cuarterón de inglés, está casado con una española, y se declara ateo? Todo lo que, pese a cualquier fantasía, prueba que Londres se europeíza mucho más rápido de lo que la vista alcanza.

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Así es como la coyuntura política se convierte casi en un símbolo. ¿Está ya tan despegado Reino Unido de su Ancien Régime como para librarse del conocido atavismo electoral?

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