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Necrológica:IN MEMÓRIAM
Perfil
Texto con interpretación sobre una persona, que incluye declaraciones

El hombre del circo o el circo del hombre

El fallecimiento de Ángel Cristo, conocido domador y empresario de circo, ha propiciado un variado rosario de comentarios en los medios que versan mayoritariamente sobre sus afortunadas o desafortunadas apariciones, como personaje público que era, en el circo mediático, que es más parecido al de raíz romana que al creado por Philip Astley en napoleónicos tiempos.

No sólo es de justicia el poner en práctica el equilibrador ejercicio de hablar del "hombre de circo", sino que también es buena ocasión para hacer algunas reflexiones sobre esta disciplina, que es el hidalgo de las artes escénicas. Porque la vida de Ángel Cristo es paradigmática de lo que ocurre con el circo tradicional de hoy; es un personaje que identifica y representa como nadie la vida de estos supervivientes de carromato.

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Ángel Cristo, domador sin suerte

El circo acuñó esa frase de "el mayor espectáculo del mundo" cuando vivía sus años dulces de hegemonía, hace ahora un siglo. Quizá fue ese trono indiscutido (Madrid, por ejemplo, llegó a tener ocho circos estables) el que le dejó sin la cintura necesaria para adaptarse a los nuevos y veloces tiempos. El caso es que el espacio se le fue achicando paulatinamente y se sumió en una "travesía del desierto" que ha conseguido superar porque sus gentes están hechas de una pasta especial que parece inmunizarles frente a la adversidad, la inclemencia y el abandono.

Ángel Cristo, por su doble condición de domador y empresario, nos ha dejado llevándose tantos arañazos de felinos como del mercado. Por una parte, trabajaba con leones, que hoy son el centro de la conocida discusión sobre si se debe proceder a su prohibición o no; polémica absurda porque está claro que el circo dejará de contar con animales exóticos y no pasará nada, como no pasó cuando prescindió de la mujer barbuda o del hombre más pequeño del mundo. Los partidarios de conservar las esencias, como si la liturgia del circo fuera incuestionable, merecen el reconocimiento de haber sostenido en pie el tinglado, pero no deben olvidar que el paso del tiempo es implacable.

Por otra parte, fue empresario en una sucesión de proyectos magníficos y descalabros de igual adjetivo. También muy de circo. Para levantar la carpa no hacen falta estudios de mercado, ni tener una mente abierta a las artes hermanas, ni una camaleónica capacidad de adaptarse constantemente al hoy; sólo hacen falta un par de pelotas, que es como estas gentes han atravesado el desierto.

A lo mejor ese ingente esfuerzo, hecho hombro con hombro, les ha empujado a vivir en una cierta endogamia y a sacralizar la causa suprema, convirtiendo en herejes a unos cuantos. Y eso es un impedimento para recuperar al gran público, que, como demandante, forma parte de la ecuación económica que puede llegar a arruinar al más tozudo.

En los últimos años, el circo vuelve a recuperar músculo con la aparición de lo que se llama "nuevo circo" y el resurgimiento, parece, del "tradicional". Los primeros poseen teatralidad, plástica y contemporaneidad, pero puede que les falte la técnica del triple mortal. A los segundos, virtuosos y mágicos, puede que les falte lo que les sobra a los primeros. En todo caso, el circo volverá al Parnaso, a hablar de tú a tú con la danza y con el teatro, porque se lo merece y porque tiene todos los ingredientes; poesía, reto y emoción, y porque no conoce de lenguas, de razas, ni de fronteras, y porque tiene un poder de fascinación que ya quisieran otros.

Tato Cabal es ex director del Teatro Circo Price de Madrid.

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