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Reportaje:Octavo entrenador en el Bernabéu desde 2001

Mou contra sí mismo

El gran desafío del entrenador portugués es ganar ahora con estilo

¿Por qué se va Mourinho al Madrid? Para superarse a sí mismo, lo que significaría ganar al Barça y lograrlo esta vez con estilo, no a la manera rácana del Inter en la Champions. Este es su gran desafío. El de un técnico que ha triunfado en tres Ligas, la portuguesa, la inglesa y la italiana, en tres culturas distintas. Tras abandonar a toda prisa Portugal con la Copa de Europa del Oporto bajo el brazo, en 2004, saboreó primero la determinación y la competitividad inglesas a lomos del Chelsea, autoproclamándose The Special One. Después reinó en el cálculo del calcio con un triplete inédito y una Copa de Europa tras 45 años. Ahora es el turno de conquistar la estética y la pasión de la Liga española. Mou quiere ganar, como a lo largo de su carrera, pero también ser reconocido, como su admirado Pep Guardiola, del que pasa a ser antagonista. Y viceversa. La última estación quizá sea la selección lusa, una elección emocional para cerrar el círculo.

En el Chelsea y el Inter fue cargándose de cinismo a cambio de seguir venciendo
Su poder persuasivo sobre los futbolistas es infalible y crea un vículo emocional
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El Oporto fue la coartada para salir fuera. Portugal se le quedaba pequeño. Campeón de Europa con un equipo del que un aficionado medio solo recordará pasados seis años un jugador sobresaliente: Deco. Sin una estrella que llevarse a la boca, Mourinho conquistó la antigua Copa de la UEFA antes de alcanzar la Champions. Y con un estimable fútbol, más refinado del que después exhibiría en el Chelsea y el Inter, en los que fue cargándose de cinismo a cambio de seguir ganando.

Entre sus múltiples virtudes, Mourinho es, por encima de todo, un excelso comunicador. Ningún gesto ni palabra están exentas de significado. Piensa mucho lo que hace y dice. Cuando salió al césped del Camp Nou, tras eliminar al Barça, con el dedo índice en alto señalando a los aficionados del Inter, en medio de la estampida de los aspersores, fue porque quiso enviar un mensaje a sus jugadores y a los rivales, al Bayern, que supo el tipo de rival que tendría enfrente en la final. "La arrogancia es un arma más de comunicación", opina el periodista Antonio Pereira.

Tras ganar dos Champions con dos equipos, Mourinho repitió el ritual. Las celebró en el campo con su esposa y sus hijos y desapareció. Tanto en Gelsenkirchen como en Madrid, se despidió de sus jugadores y no regresó con ellos a Oporto y Milán para festejar el título. Fin del capítulo. Ciclo terminado. Todo calculado.

Su poder de persuasión es infalible sobre los futbolistas, que acaban estableciendo con él un vínculo emocional. "Te dice tantas veces que eres el mejor que acabas creyéndotelo", confesó Lampard, centrocampista del Chelsea, cuando ya se había ido. En el club inglés, su relación con los líderes del vestuario, Terry, Lampard y Drogba, fue magnífica. Lo mismo que la mantenida con los jefes del camerino del Inter, Zanetti y Stankovic.

Alguien tan aparentemente seguro de sí mismo ha ido poniendo capas sobre su inseguridad. Desde que su carrera como jugador, central o medio defensivo, se fuera pronto al garete al no poder siquiera destacar en los equipos de Tercera que entrenaba su padre, Félix, ex portero internacional 15 minutos con la selección portuguesa. Puesto que no iba a ser una estrella, decidió marcar la raya como técnico preparándose a conciencia. Mientras a su padre le pasaba informes de los adversarios, estudiaba Psicología y Educación Física en la universidad y acudía a cursos de entrenador en Escocia. La oportunidad de entrar en un club grande se la dio Bobby Robson al contratarlo como traductor en el Sporting de Lisboa. Le siguió al Barça y en el Camp Nou se quedó con Louis van Gaal, que le permitió dirigir algunos partidos. Aprendizaje perfecto para alguien tan listo y dotado para organizar. El propio Van Gaal se quedó impresionado por algunos de los informes que le escribió Mou. Un joven ávido de triunfar en el banquillo sin una carrera como futbolista que lo lanzara, en la estela de Sacchi, Benítez, Hitzfeld y Houllier.

Siendo un hombre de derechas, de ideas conservadoras y fuertes convicciones católicas, Mourinho trata de reservarse sus opiniones políticas en público. Proviene, sin embargo, de Setúbal, tierra de gentes del mar y fábricas conserveras, un bastión del partido comunista. En su vida privada ha conseguido escapar ileso de los tabloides británicos y eso es casi milagroso.

Su equipo de trabajo tampoco está elegido al azar. Rui Faria, preparador físico y mano derecha, es la metodología en la preparación. Silvino Louro, ex portero del Oporto y la selección lusa, representa el corazón, un tipo popular con los jugadores y los aficionados, con quienes comparte charla en un restaurante o la calle. Mou, por supuesto, es la cabeza que lo piensa todo. Ahora le queda el reto de ganar convenciendo.

SCIAMMARELLA

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