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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Silencio en Irán

El miedo y la represión pasan factura a la oposición a la dictadura de Ahmadineyad

Hace un año, a raíz de las fraudulentas elecciones que permitieron al presidente Mahmud Ahmadineyad seguir en el poder, Irán, efervescente, parecía al borde de un cambio trascendental. El tiempo ha puesto sordina a aquellas expectativas. Los iraníes se quedaron ayer en sus casas, aleccionados por los mismos que les pedían en 2009 echarse a la calle. Los Guardianes de la Revolución habían advertido de las consecuencias que tendría intentar repetir las protestas de entonces, saldadas con decenas de muertos.

¿Qué ha sucedido con el movimiento verde? La oposición reformista encabezada por los dos más relevantes candidatos presidenciales, Mir Husein Musavi y Mehdi Karrubi, se mantiene nominalmente, al igual que sus demandas de libertad política. Pero la desmoralización es evidente y la militancia es ahora subterránea y declarativa, abandonada la confrontación directa con el poder integrista. El precio pagado por los iraníes opuestos a la dictadura de Ahmadineyad ha sido muy alto en sangre, cárcel y exilio. Muchos ya no están dispuestos a arrostrarlo y algunos creen que a Musavi y Karrubi les falta ya el coraje necesario para enfrentarse con el régimen. El miedo ha hecho su trabajo y preocupaciones mucho más prosaicas cobran protagonismo acelerado un año después de la gran esperanza: la imparable inflación, que ronda el 40%, el creciente desempleo.

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El poder aprendió la lección de los violentos tumultos de 2009, cuando se vio al filo del abismo. Pasado el periodo de frenesí que siguió a las elecciones falseadas, cuando la brutalidad se hizo absoluta y con ella el asesinato y la tortura, Teherán ha retomado la represión metódica. Mientras prosigue su carrera hacia el arma atómica, el régimen clerical cierra periódicos, prohíbe partidos, intercepta las comunicaciones, controla Internet, revive campañas para moralizar la vida pública... Los Guardianes de la Revolución resultan decisivos, reforzado su poder por un Gobierno del que son fundamentales valedores. Suyo es el control de la maquinaria del Estado y el de la calle, del espionaje y la economía; suya la dirección de los programas militares clave del Estado iraní.

Sin duda, la base de Ahmadineyad y su jefe supremo, el ayatolá Alí Jamenei, es hoy menor que hace un año. Al igual que su legitimidad. Pero su control social y político se ha recrudecido, como fue puesto ayer de manifiesto por el silencio iraní.

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