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El día siguiente a la sentencia
Columna
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33 años después

Por la radio los jóvenes locutores comparaban una y otra vez la manifestación de ayer a la de 1977, la del supuesto millón de almas que reclamaban libertad, amnistía y Estatuto de Autonomía por el paseo de Gràcia. Los locutores añadían que ellos no tenían memoria de aquella referencia, pues por entonces eran muy niños o no habían nacido. Yo miraba y salvo en el mogollón festivo genérico no sabía encontrar otros paralelismos. Veamos.

En 1977 Decathlon no existía. La gente iba con camisas entalladas, pantalones largos acampanados, zurrones de piel girada y alpargatas, cuando no con unos incomodísimos zuecos de madera que hicieron furor por la época. El manifestante de hoy se inclina por el pantalón corto hasta la rodilla con profusión de bolsillos, camiseta de algodón ancha, gorra de visera, mochila confortable y sandalias anatómicas. Contrariamente a sus contestatarios antecesores, conoce los riesgos de una insolación excesiva, por lo que lleva consigo un botellín para "hidratarse" convenientemente (antes se le llamaba "beber").

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Otro aspecto que ha cambiado radicalmente de entonces a ahora es el acarreo de las crías. Los hombros paternos y maternos que servían de atalaya han sido sustituidos por una variada gama de mochilas portabebés con sofisticados sistemas antisolares y antiviento. No está claro que haya variado mucho el interés de los niños en asistir a este tipo de actos, pero sus padres insisten, convencidos de que un día podrán explicarles que ellos también tomaron parte en aquella giornata particolare.

En lo tocante a la prosodia de los lemas, hay que constatar que para el ritmo binario no pasan los años. "Llibertat! Amnistia! Estatut d'Autonòmia!", tenía la gracia del pareado y el respeto de los acentos naturales. En cambio, el de "In/inde/independència!", el más coreado de largo ayer, obliga a una parada ortopédica sobre la "i", si bien hay que reconocerle élan guerrero a esa consigna fragmentada que estalla en plenitud solo al tercer intento.

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¿Y la música? Bueno, aunque dicen que históricamente fuimos un pueblo versado en el canto coral, siendo sinceros, ni durante la Transición ni ahora podemos decir que descollamos en esta actividad de manera espontánea. Pero hay que reconocer que hemos mejorado algo. Ayer, sin ir más lejos, se escucharon unos Segadors cantados en todas y cada una de sus estrofas. En 1977 apenas si se llegaba a balbucear la primera. El hit era la gallina revolucionaria de la canción de Llach, de la que por supuesto solo se conseguía entonar el estribillo.

Acabáramos. En algo sí se parecen las dos manis separadas por 33 años: el carácter histórico de ambas. La primera buscaba eso que más tarde se conoció como el "encaje" de Cataluña en un Estado de las Autonomías todavía por inventar. La de ayer parecía marcar el fin de esa vía con un grito compacto a favor de la independencia. Gentileza debida a un tediosísimo proceso de elaboración del nuevo Estatut, a un insensato recurso de inconstitucionalidad y a una sentencia que ha acabado de acercar la cerilla al bidón de gasolina. Quién iba a decir que esos 33 años acabarían así.

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