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Reportaje:Urbanismo descontrolado en la región

La Edad Media en el siglo XXI

Los vecinos de la urbanización Valdecorzas viven sin red de luz y agua desde 1978

Pablo de Llano Neira

Google Maps no sabe dónde está Valdecorzas. Este pueblo se fundó hace 32 años sobre unas colinas de Arganda y tiene 500 habitantes, pero formalmente no existe. Es una urbanización ilegal. Sí existe materialmente, pero poco. Está completamente oculto detrás de unos montes, a un lado de la carretera de Puente de Arganda a Chinchón, 30 kilómetros al sureste de Madrid. En una recta pintada con línea continua aparece una señal, colocada por los vecinos, que pone Valdecorzas. Una vez se gira a la izquierda entramos en una calzada que se adentra en el monte. Poco a poco empiezan a aparecer casas que supuestamente no existen: Villa Gazpachito, La de Luci...

Las viviendas, construidas por sus propietarios, están dispersas en pequeños núcleos situados en los altos de los cerros que albergan la zona habitada, de 300 hectáreas. Cada una tiene sus placas solares o su molinillo de viento para generar energía. La culpa de que esta población sea tan ecológica, es decir, que no tenga una red de electricidad, es de los comunistas y de los socialistas, según Manuel Ramírez, presidente de la Asociación Valdecorzas.

Cada vivienda tiene placas solares o molinillo de viento para generar energía
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En 1988 IU mandaba en Arganda y el PSOE presidía la Comunidad. El Gobierno socialista, liderado por Joaquín Leguina, consideró que debía normalizar la situación de Valdecorzas. La Alcaldía de Arganda, a la que le correspondía ejecutar la orden, no dio un paso adelante y el trámite se paró.

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La jaula burocrática de Valdecorzas se reforzó en 1994, cuando la urbanización entró dentro de los límites protegidos del Parque Regional del Sureste, pese a la poca categoría ambiental que le concedió en 1984 la Comunidad: "Valor ecológico: medio. Valor agrario: bajo. Valor paisajístico: bajo". Las vistas, eso sí, son excelentes.

El Gobierno actual de Arganda (51.000 habitantes), del PP, se remite a los hechos para justificar la penitencia de Valdecorzas. En una nota enviada a este diario se afirma que se trata de un suelo protegido. Y añade que, ya en 1978, el Ayuntamiento advirtió a los vecinos de que no tenían permiso. No se menciona otro hecho: que era un empleado del Ayuntamiento el que animaba a comprar estos terrenos. "El funcionario te decía que era suelo rústico, pero que se iba a recalificar", recuerda Ramírez. Por entonces, el Gobierno de IU echó al empleado "por falta de probidad moral".

En medio de los entuertos, la Asociación Valdecorzas ha llevado el caso a los tribunales, pidiendo que se recupere la decisión de la Comunidad de legalizar la urbanización. Aún no se ha resuelto.

La sala de máquinas del rumano Ion Bolnavu, albañil, fontanero, soldador y padre de familia, es una caseta de cemento y ladrillo con una batería potente de la que salen cables en varias direcciones. Este aparato es el centro energético de su vivienda y se alimenta de tres modos: por la fuerza del aire que mueve un molinillo de tres aspas, por el calor del sol que chupan seis placas solares o por la combustión de un tanque de gasolina. Por el jardín camina su repertorio de animales de granja: gallinas, decenas de polluelos que las siguen, ocas y pavos.

Para beber compra más de 50 litros de agua a la semana (en casa son seis); para bañarse o limpiar la ropa extrae agua del subsuelo a un tanque que también tiene conectado por una bajante al canalón del tejado para recoger la lluvia. Las aguas fecales van a un pozo negro que está excavado a la entrada del jardín, bajo el suelo de un templete de ladrillo donde la familia come en verano.

Los vecinos de Valdecorzas son propietarios y están empadronados en Arganda, según explica Ramírez, pero el Ayuntamiento no les ofrece servicios. Tampoco tira sus viviendas, porque la mayoría tienen más de tres años y no es legal derribarlas. Los vigilantes del Parque del Sureste denuncian a los juzgados todos los meses varios intentos de construcción, pues sigue subiendo gente a las colinas, sobre todo extranjeros, rumanos la mayoría. No obstante, cerca de un 70% de la gente es española, según la asociación.

Ion Bolnavu, de 58 años, lleva una década en Valdecorzas. "En Rumania no tengo nada", dice. Aspira a que se tome una decisión que saque a su urbanización del limbo. En caso de que ocurra, Bolnavu tiene pensado cómo celebrarlo: "Maradona dijo que si ganaba el Mundial daba una vuelta al campo desnudo. Yo, si el pueblo sale en el periódico, también me desnudaré y saldré a correr por Valdecorzas". Probablemente lo multarán los guardas forestales.

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