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Entierro del primer represaliado identificado por ADN

Antonio Manuel Palma fue asesinado por los franquistas en Aguilar

Antonio Manuel Palma Moreno ya descansa junto a su mujer en el cementerio de Aguilar de la Frontera (Córdoba). Palma fue el segundo vecino de su pueblo asesinado por los franquistas al inicio de la Guerra Civil. El lugar donde este mulero fue enterrado en el cementerio de Aguilar era conocido por la familia, pero en la misma fosa fueron depositados otros cadáveres de víctimas de la represión. Por primera vez en un caso similar, los análisis de ADN han permitido determinar quién de ellos era Palma. Sus restos fueron devueltos ayer a las dos nietas del asesinado, que decidieron enterrarlos en la tumba de su mujer. Antonia Palma Muñoz, nieta del represaliado, dijo ayer estar emocionada: "Es un día muy especial. Es un orgullo poder hacer algo por mi abuela, que tantos años habló de su marido".

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Palma se cruzó con la muerte el 24 de julio de 1936. Era de familia campesina y veterano de la guerra de Marruecos. Le faltaba solo un mes para cumplir los 34 años cuando, en un camino de los alrededores de Aguilar, unos hombres armados que viajaban en un camión le dispararon, al parecer, sin mediar palabra. "Seguramente eran falangistas o carlistas", recuerda Rafael Espino, de la Asociación para la Recuperación de la Memoria Histórica de Aguilar de la Frontera (Aremehisa). Este grupo es el que ha llevado a cabo las labores de exhumación y análisis de ADN. Hasta el momento han recuperado medio centenar de cuerpos en varias fosas comunes del cementerio local.

En la fosa de Antonio Manuel Palma se encontraban cuatro cuerpos: dos mujeres, un niño de tres años y otro hombre. "Las mujeres y el crío murieron víctimas de un bombardeo de los aviones fascistas. Al parecer confundieron Aguilar de la Frontera con Puente Genil, que estaba en el bando republicano, y soltaron sus bombas antes de tiempo", explica Rafael Espino.

Guardia Civil, falangistas y carlistas, fundamentalmente, dirigieron una represión feroz en el municipio. Los fusilamientos se realizaban en el mismo cementerio, a veces en una de sus tapias y otras, al borde mismo de la fosa. Las sepulturas que quedaban libres cuando estalló la guerra fueron aprovechadas por los rebeldes, que colmataron de cadáveres muchas de ellas. Luego, abrieron grandes zanjas en otros puntos del camposanto para completar la represión.

Una testigo de aquellas matanzas, Manuela Molina, que hoy tiene 90 años, estuvo presente ayer en la ceremonia. "En aquel entonces, Manuela vivía muy cerca del cementerio y podía ver todo lo que ocurría dentro", señala Rafael Espino. "Ella es una persona que se ha atrevido a hablar y contar lo que sabe. Pero muchos en el pueblo siguen teniendo miedo a hablar", prosigue Espino.

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Aremehisa calcula que en la provincia de Córdoba existen unos 12.000 muertos de la guerra sin identificar. Sólo en Aguilar de la Frontera son 196 los fusilados y asesinados de los que tiene constancia. Muchos de ellos están en el cementerio del pueblo, a la espera de que se recuperen sus restos, sean identificados y honrados dignamente por sus familiares.

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