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La batalla por las primarias
Columna
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Pasarela de ropa interior

Le preguntaban hace unos días a Mario Vargas Llosa por su relación con la política y dijo a su entrevistador en este periódico: "Todo lo que se relaciona con el poder es muy degradante". No hablaba el novelista, como es de suponer, de las primarias de los socialistas madrileños, que evidentemente algo tienen que ver con el poder. Claro que también dijo que "la política no es para los puros". Y añadió: "Es humana en el sentido más terrible de la palabra". Tampoco se refería a las primarias, pero no nos sobra tener esto en cuenta para entender mejor la pelea de los aspirantes en ese proceso. Y la de los entornos de los aspirantes. Los gestos, las actitudes y las palabras de los contrincantes fraternos. Porque alguien puede dudar legítimamente de que esto sea verdadera democracia, o desear que la democracia sea otra cosa, pero los socialistas están muy contentos con lo que sus primarias son. De modo que, aunque uno no acabe de saber si el responsable de que tengan lugar es José Luis Rodríguez Zapatero o Tomás Gómez, si tanta es la dicha que producen en el PSOE deberían estar agradecidos sus dirigentes a quien las haya propiciado, ya se trate del presidente, de su desheredado o de ambos.

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Así que, por turbulenta que parezca la batalla socialista de Madrid, no hay que compadecer a sus protagonistas: la viven como un gozoso ejercicio de democracia. Si fuera sencillamente el resultado de un atrevido no a Zapatero por parte de Gómez, como dijo Rubalcaba, sería tan difícil de entender el gozo de los que están encantados con las primarias como que ese júbilo lo comparta el mismísimo Rubalcaba. Jordi Sevilla, destacado miembro de Nueva Vía, el grupo del que nació el zapaterismo en casa de Trinidad Jiménez, no parece que vea mal que alguien le diga no a Zapatero. Lo acaba de decir en una entrevista: "En el PSOE se está muy cerca del culto a la personalidad, y eso es muy peligroso". Pero es inevitable que Sevilla sugiera resentimiento después de que Zapatero prescindiera de sus servicios casi sin avisarle.

En cambio, de Rubalcaba, que en la misma entrevista en la que reprochó a Gómez pasar a la historia por una negativa habló de que cuando él llegó a su partido "todo era ordeno y mando", no me quedó claro cómo pareciéndole peor aquello del "cuidado con moverse" en el PSOE de González-Guerra no se explique que ahora alguien le pueda decir no a Zapatero. Pero quizá en esta puesta en escena de las interioridades de la política de partido es posible que nada sea en verdad lo que parece. ¿Quién se cree que en la declaración de amor que desde Japón dirigió Zapatero a Trinidad había un propósito de apoyarla a ella y no a Gómez? Solo un simple: el que crea que en política lo evidente es lo cierto. O un mal intencionado: el que piense que hay recomendaciones que las carga el diablo.

Los espectáculos requieren complejidad. Y Vargas Llosa, que prepara por cierto un libro sobre el espectáculo, decía en su entrevista citada que "el espectáculo se ha convertido en el valor de nuestra época". Por eso, a los socialistas madrileños, y a sus correligionarios radicados en Madrid con los consiguientes aromas provinciales, no se les ha escapado el valor de las apariencias en su espectáculo de las primarias: el ramalazo de chico de pueblo que acompaña a Gómez podría afectar a la seducción de la derecha exquisita o más pija tanto como el ramalazo de niña bien de Jiménez podría producir rechazo en la izquierda desharrapada y más suburbial.

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A lo mejor es eso lo que los distingue, el look; quizá las primarias no sean otra cosa que una pasarela. Y ya sé que semejante ocurrencia es una más de las chorradas que se prodigan en esta movida, lo siento, pero dudo de que sea chorrada menor esa de tener, si no por decisivo por digno de estima, lo que la derecha apoye o deseche, lo que le guste y lo que no, en unas primarias a las que nadie la llama. Cualquiera diría que en el PSOE hay un afán de echarle la culpa a la derecha externa de lo que llegue a pasarle a la derecha interna del propio partido después de sus primarias. Eso no es sino un dislate más de los muchos que con el peor estilo se escuchan en esta exhibición de las prendas interiores de la organización socialista para que los ciudadanos, que tampoco tenemos voz ni voto en las primarias de ese club, como sí lo tienen los ciudadanos en otros lugares, y ahí radica el déficit democrático que las inunda aquí, terminemos hartos de ellos y de ellas antes de que tengamos que ir a votar. Hartos de que vayan a lo suyo, a veces con patética jactancia, y no a lo de todos.

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