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Primera huelga general contra Zapatero

Los piquetes van de tiendas

La actividad de los sindicalistas logra un notable seguimiento en el comercio - En Vigo el paro fue casi total en hipermercados y pequeñas tiendas

En el comercio, un sector tradicionalmente renuente a seguir las convocatorias de paro, dado lo reducido de las plantillas, la huelga general tuvo ayer una notable influencia, debido, sobre todo, a la eficacia de los piquetes. En Vigo, el paro fue prácticamente total, tanto en los grandes almacenes como en las pequeñas tiendas. En otras ciudades, como A Coruña y Pontevedra, no llegaron a abrir superficies comerciales enteras. Al contrario, en Santiago la mayoría de los establecimientos del centro echaron el cierre, pero las grandes superficies ubicadas en la periferia abrieron.

Ante la concentración en sus puertas de numerosos grupos de trabajadores, algunos grandes centros cerraron por vez primera en una huelga, como los coruñeses de El Corte Inglés, Ikea y Dolce Vita (en estos dos últimos casos porque era la primera que les afectaba), o Alcampo en Ferrol. El pacto más o menos explícito con los sindicatos era poder reabrir a las 11.30. Sin embargo, a la huelga de los trabajadores pareció seguir la de la clientela, porque en general no se llegó a recuperar una afluencia normal. "A primera hora sólo había un par de clientes, que salieron sin problema. Ahora acabo de facturar la primera compra del día", contaba cerca de las 12.30 la dependienta de una tienda de Dolce Vita. Entre el escaso público, predominaban las parejas con niño. Un joven matrimonio de Carballo admitía que había aprovechado la jornada de huelga del marido para ir de compras. "Mamá, no hay ningún niño", se quejaba su hijo ante el parque infantil. También en Ikea hubo una considerable escasez de clientes en lo que quedó de mañana.

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La efectividad de los piquetes determinó, por ejemplo, el cierre generalizado de los establecimientos del Ensanche de A Coruña, la zona comercial más exclusiva. Algunos sindicalistas acumulaban muchas horas sin dormir. Como Paulo Carril, secretario comarcal de CIG, que llevaba en pie desde las seis de la mañana del día anterior.

Medio centenar de delegados y afiliados de la CIG fueron desfilando por las calles, comprobando que las puertas estaban cerradas. Su proximidad hizo que el empleado de una tienda de fotografía que accionaba el sistema de apertura de la persiana metálica invirtiera la marcha del mecanismo.

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El incidente más serio tuvo lugar en la FNAC, cuando los guardias de seguridad pretendieron impedir el paso de los trabajadores y lograron franquearlo primero un par de ellos y detrás una docena. Ya dentro, hubo un intercambio de empujones que se saldó con la mediación de un pequeño pero aguerrido sindicalista -"¿qué haces sacando la porra, estás loco?", le espetó a un guardia- y con el cierre de las puertas. En una tienda de cosmética, después de un tira y afloja verbal en la puerta, las dependientas salieron entre aplausos y la encargada bajó por fuera la persiana con la sonrisa de despedir a las clientas.

Con todo, los establecimientos más reacios al cierre eran las entidades bancarias. En las oficinas que estaban abiertas, el método era irrumpir en grupo y gritar consignas como "esta crisis, que la pague el capital", junto con ironías como "volveremos, ofrecéis unas condiciones excelentes". En algún caso, como en una oficina de la calle Juan Flórez, consiguieron el cierre, no sin protestas por parte de una empleada: "Nos tenéis que preguntar por qué no estamos en la calle, que deberíamos estar", increpaba a los que ya salían. "¿Por qué no están?" le preguntó este periodista. "Que me lo pregunten ellos".

Al tiempo, una clienta de edad pretendía acceder, a pesar de que la directora de la oficina le ofrecía atenderla por teléfono. "Lo que tienen que tener ustedes es educación", le espetó la señora a una voluminosa sindicalista. "Señora, fui a un colegio de monjas", le contestó ésta. Los mayores encontronazos verbales fueron, sin embargo, con viandantes, como un caballero que empezó a increpar a la comitiva y acabó haciéndoles estentóreos cortes de mangas. "Hay algunos que se encienden con un cuarto de vuelta", comentó divertida una delegada sindical de la banca, que era la primera vez que participaba en un piquete.

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