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La Casa Blanca evita vincular a Pakistán con los atentados de Bombay

Antonio Caño

Todos los caminos en India conducen a Pakistán, y viceversa. No hay un solo elemento de la política doméstica e internacional de este país que no esté concebido en función del vecino musulmán del que se separó en 1947, y viceversa. Mucho más si se trata de terrorismo y guerra, el estado más común de las relaciones bilaterales. Causó, por tanto, una gran decepción que Barack Obama no aludiera ayer a Pakistán al referirse ayer a los atentados que hace dos años dejaron 166 muertos en un ataque de extremistas islámicos en Bombay, el 11-S de India.

Los servicios de seguridad indios han demostrado que el ataque, perpetrado por la organización terrorista Lashkar-e-Taiba, con base en Pakistán, fue organizado en aquel país. Los integrantes del comando eran de nacionalidad paquistaní, de allí salieron sus integrantes y, probablemente, allí se esconden sus cabecillas. Los indios están convencidos, incluso, de que se trató de una acción planificada o respaldada por los propios servicios secretos del Ejército paquistaní, cuyo principal enemigo no son, desde luego, los grupos terroristas sino India.

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Las organizaciones extremistas islámicas han representado tradicionalmente una gran ayuda para la causa paquistaní en Cachemira. En esa región se han forjado sus combatientes y han crecido como amenaza. Sería difícil que los talibanes y otros grupos afines representaran hoy el reto que representan sin la larga y generosa ayuda de Pakistán.

Cooperación militar

Eso, por supuesto, lo saben en India y lo saben en Estados Unidos, y no sería mucho pedir, por tanto, que, al condenar los atentados de Bombay, Obama hiciera alusión a Pakistán. Pero el presidente está con las manos atadas en este asunto. Una mención semejante hubiera desatado la furia del Gobierno de Pakistán, que oficialmente niega toda vinculación con los terroristas. Y Estados Unidos no puede permitirse hoy molestar a los paquistaníes porque su contribución es imprescindible para la guerra de Afganistán.

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En estas circunstancias, Obama camina en India por una línea muy delgada. Los indios consideran que Estados Unidos está alimentando a su Ejército rival y quieren compensaciones. La colaboración militar con India ha crecido mucho en los últimos años, pero aún no está equilibrada. Estados Unidos, a su vez, no quiere jugar ese juego de compensaciones porque podría estar estimulando a dos potencias rivales y con armas nucleares.

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