Le Clézio y la intuición de Tomás Eloy
Hace cerca de 20 años el Nobel francés (y de la isla Mauricio) J. M. G. Le Clézio le dijo en México a su colega argentino Tomás Eloy Martínez: "Quisiera ir más allá del lenguaje, dejarme llevar por una poesía en estado puro, una poesía creada por gestos y por los ritmos de la danza; es decir, por el ser en ebullición".
Era el palimpsesto de la escritura que vino después, y que le valió el premio de Estocolmo. Tomás Eloy lo cazó al vuelo, y fue su notario. Muchos años después aquella conversación que Le Clézio tuvo con el narrador y periodista de Lugar común la muerte se convirtió en la base poética de una de las aclaraciones autobiográficas más emocionantes del novelista francés-mauriciano, El Africano, sobre su padre.
Ayer Le Clézio recordaba esas palabras sentado en un jardín apacible de Guadalajara. Pocas horas más tarde Sergio Ramírez y Ezequiel Martínez, el hijo de Tomás Eloy, iban a hablar de este, cuando se acerca el primer aniversario de su despedida. Hay en la atmósfera de esta feria como un aire de herencia latinoamericana, de cruce de caminos, de país a la espera, como si la literatura siguiera siendo la invencible esperanza de los hombres.
En aquellas frases que rescató Tomás Eloy estaba la voluntad de Le Clézio; en ese libro del argentino, Lugar común la muerte, está la mirada sobre escritores que, como el Nobel, decidieron que la literatura era contar y no solo aparecer.
La feria es para la vanidad, en cierto modo, pero Le Clézio la rehuyó desde que empezó a triunfar, y Tomás Eloy se la regaló a los otros. Era un periodista. Paseando entre tantos ejemplares, vendidos o no, queda como verdad de la escritura esa simple expresión, el ser en ebullición, la poesía.
