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Editorial:Editorial
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Los prejuicios de Alemania

Muchos economistas y no pocos Gobiernos se preguntan hoy si Alemania, sede del Bundesbank, patria de la ortodoxia antiinflacionista (horrores durante la República de Weimar obligan) y guía de los ajustes presupuestarios en Europa, entiende correctamente el sentido y las consecuencias de la crisis financiera. Las dudas sobre la capacidad de Alemania para dirigir la salida de la crisis del euro se extienden como chapapote en aguas del noroeste hispano. Alemania acaba de vetar la ampliación del fondo de rescate, bien es verdad que con la inapreciable ayuda de España, deseosa de quitarse el muerto de candidata a la intervención y se opuso a la creación de los eurobonos, un instrumento financiero en el que gran parte de las autoridades económicas veían el elixir adecuado para aliviar la presión sobre el euro. Merkel y su equipo han convertido a Alemania en el espíritu que siempre dice no; y esta negativa perpetua se fundamenta en pulsiones sentimentales, como la nostalgia del marco y la creencia desorbitada en que el euro perjudica las exportaciones del país. No es de extrañar que la política alemana para la UEM empiece a recibir críticas desabridas, como la del presidente del eurogrupo, Jean-Claude Juncker, quien acaba de acusar a Angela Merkel de abordar la crisis de la deuda de manera antieuropea y de pensar de un modo simple.

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Alemania, año 10; Europa, año cero

Los Wolfgang Schauble y los Axel Weber se oponen a mezclar una política fiscal restrictiva (reducción del déficit y de la deuda) con una política monetaria selectivamente permisiva, con tipos de interés bajos y compras de bonos de los países afectados por las convulsiones de la deuda. El análisis que soporta esta negativa no es correcto. Suponen que la política monetaria es expansiva simplemente porque los tipos de interés están en niveles bajos; y consideran que la economía europea se está recuperando, cuando eso es cierto para Alemania, pero incierto para países como España. Tampoco parecen conscientes de las diferencias entre crisis de solvencia y crisis de liquidez (las instituciones bancarias españolas son más solventes que las alemanas, pero tienen problemas de liquidez); y, en fin, esconden los fundamentos del no a todo detrás del argumento de que la legalidad europea vigente no permite los bailouts o rescates. Pero las compras de bonos en el mercado secundario y a precios de mercado difícilmente pueden considerarse bailouts. Por todo ello, el bloqueo alemán de los eurobonos y de la ampliación de la Facilidad Crediticia carece de razones económicas sólidas.

Tiene, eso sí, fundamentos políticos y morales, por no llamarlos prejuicios. Merkel quiere otra Europa. Prefiere halagar a sus votantes, que creen a pies juntillas que los países del Sur viven subvencionados por los sacrificios alemanes y que cualquier aumento del fondo de rescate se pagará con sudor alemán, antes que disponer de las precauciones necesarias, aunque impopulares, para proteger el euro. Casi puede sentirse el razonamiento de los Schauble y Weber: con un mercado de eurobonos, desaparecería la discriminación de la deuda por países y dejaría de funcionar el mecanismo de premio y castigo de los mercados. Tan firmemente lo piensan que han permitido a Nicolás Sarzozy que lo diga explícitamente en la cumbre francoalemana. Pero un razonamiento así se parece mucho a un juicio (condenatorio) de intenciones. -

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