_
_
_
_
_
ANÁLISIS | Hacia un nuevo Gobierno catalán
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Tiempos difíciles

A Artur Mas le esperan tiempos difíciles y lo sabe. Cartesiano y siguiendo la estrategia marcada en el último año, Mas desgranó ayer con formas suaves un discurso de investidura con acento en la economía y en el que presentó la nueva estrategia de CiU con relación a España.

El candidato a la presidencia de la Generalitat se mostró moderado y abierto al pacto, y actuó con calculada ambigüedad en algunos temas clave, como los instrumentos para la salida de la crisis económica. El discurso de Artur Mas fue acorde con los tiempos, y si los escucha, puede convertir su necesaria búsqueda de la mayoría en una virtud.

Son tiempos difíciles, Mas es consciente del volumen de la roca que Sísifo intenta mover y sabe que ni los ciudadanos ni las arcas públicas están para frivolidades ni aspavientos. Son tiempos de responsabilidad, trabajo, discreción, pacto y eficiencia.

Más información
Mas aboga por ampliar la gestión privada de la educación y la sanidad
Mas no logrará ser elegido hoy presidente en primera vuelta con toda probabilidad

Mas buscará "la espiral de la prosperidad" basándose en la moderación fiscal e inyectando mayor liquidez a las pymes. El problema es cómo. ¿Cómo inyectar más liquidez cuando no hay dinero?

El candidato definió su Gobierno como business friendly para incentivar el crecimiento. Se mostró favorable a la iniciativa empresarial que ayudará a salir del pozo, a apoyar la innovación y el riesgo en un país en el que ser empresario o autónomo es hoy una heroicidad. La respuesta del portavoz socialista sonó a la de un viejo rockero del laborismo. Sonó antigua: más Brown que Blair y nada Milliband. Los circunloquios de Joaquim Nadal ("acords?, això val el que val fins que val") no impidieron, en cambio, que le preguntara si su proyecto nacional es la "independencia a plazos" y las críticas se combinaron con unos movimientos que recordaban los prolegómenos de apareamiento de algunas aves. Una oferta nada despreciable en un hemiciclo que la presencia de Rivera y Laporta y su sentido del espectáculo tensará hacia los extremos.

Lo que más afecta es lo que sucede más cerca. Para no perderte nada, suscríbete.
Suscríbete

Mas se marcó como segunda prioridad algo que realmente transformaría el país: que de verdad la próxima década sea la del conocimiento. Junto con el crecimiento económico es la única garantía del funcionamiento del ascenso social y de la cohesión.

En el capítulo identitario Mas rompió con el pujolismo hablando de la "transición nacional" de Cataluña. El futuro presidente de la Generalitat dobla la apuesta de CiU con el derecho a decidir y el órdago del pacto fiscal, para el que reclama el apoyo que brindó al Estatuto. Para todo ello necesitará pactar. Por aritmética y porque los ciudadanos exigen responsabilidad y la tentación de destruir al adversario sería el peor error. Mas cuenta con 100 días para marcar el rumbo. Bienvenido a la dura realidad, presidente.

Esther Vera es periodista.

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_