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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

El Gobierno de Mas

El nuevo presidente catalán intenta romper con viejos usos pese a rodearse de antiguos pujolistas

Cataluña tiene desde ayer nuevo presidente de la Generalitat. Mañana tomarán posesión de sus cargos los 11 consejeros que componen el Ejecutivo de Artur Mas. Repiten cuatro titulares del último Gabinete de Jordi Pujol, hay otros cuatro independientes, un fichaje de oro, ya que procede del Partit dels Socialistes, y solo tres mujeres, aspecto este del que nadie podrá enorgullecerse. Mas se ha rodeado de cargos de confianza, del núcleo duro de su formación, aquellos que sin desfallecer lo han acompañado en siete años de travesía política por el desierto. Sin embargo, sería injusto hablar sin más de continuidad del pujolismo. Jordi Pujol nunca hubiera contado con cinco independientes en sus Gobiernos.

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El discurso del flamante presidente se inscribe en el nuevo paradigma semántico de CiU y, en cierta manera, supone una ruptura con los viejos usos. El anterior líder de CiU nunca hubiera hablado de "plenitud nacional de Cataluña" en un acto de toma de posesión. La nueva terminología es hija de la radicalización verbal de Convergència tras la sentencia del Constitucional sobre el Estatuto. Pero está por ver si las palabras irán acompañadas de acciones. De momento parece que el líder catalán quiere tomarse su futuro estratégico con calma, tal como recomiendan los cánones de pujolismo que tanta renta política dieron a CiU.

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El elemento más relevante del nuevo Ejecutivo es la presencia del socialista Ferran Mascarell al frente de Cultura. Se trata de un hecho inesperado y desconcertante, pues hasta días antes de tomar esa decisión, Mascarell estaba sopesando ir de cabeza de cartel socialista al Ayuntamiento de Barcelona, una plaza que tanto el PSC como el PSOE dan por perdida de cumplirse los sondeos.

La incorporación de Mascarell va más allá de una simple operación de imagen, como a primera vista pudiera sugerir. El nuevo consejero de Cultura deja huérfano al sector más catalanista de los socialistas catalanes, que pretendía iniciar la renovación del partido a partir de la candidatura a la alcaldía de Barcelona y, además, permite a CiU poner una pica en sectores culturales que hasta ahora le habían dado la espalda o por los que, por considerarlos inhóspitos, no había osado transitar. Se trata, en cualquier caso, de una inteligente opa hostil sobre un socialismo catalán desconcertado, abrumado por el castigo electoral y en busca del camino a seguir para recobrar el aliento. El independiente Andreu Mas Colell al frente de Economía da esperanzas a quienes confían en abordar la crisis con inteligencia y buen tino. Otros síntomas son, sin embargo, algo más preocupantes: el nuevo titular de Interior, Felip Puig, anunció ayer mismo su intención de revisar la eficacia de las cámaras de vídeo en las comisarías de los Mossos d'Esquadra. La verbalización de esa medida le ha valido el aplauso de los sindicatos policiales. No piensan lo mismo los sectores más garantistas de la sociedad catalana.

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