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Editorial:Editorial
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Mejor sin prisas

La crisis económica, de origen esencialmente crediticio, no está superada. De ello son conscientes las autoridades responsables de la economía donde estalló. La Reserva Federal estadounidense ha manifestado sin ambigüedad su intención de mantener sus excepcionales medidas monetarias hasta tanto estén completamente superadas las amenazas de estancamiento y existan claras señales de reducción de la elevada tasa de desempleo. En EE UU, al igual que en otros bancos centrales, los tipos de interés de referencia se mantienen en mínimos, al tiempo que las decisiones de relajación monetaria (las inyecciones extraordinarias de liquidez comprendidas en las dos ediciones de quantitative easing) mantendrán su vigencia. Esa tónica manifiestamente expansiva de la política monetaria del principal banco central del mundo está orientada por un presidente, Ben Bernanke, que es un respetable académico, nombrado por George W. Bush y conocedor de los errores de política monetaria cometidos durante la Gran Depresión. El país asume que el principal objetivo que legitima a esa institución es procurar que vayan al paro el menor número de ciudadanos. Esa pretensión es posible compatibilizarla con la estabilidad de precios, que debe igualmente presidir las decisiones de política monetaria. Afortunadamente para aquella economía, esas amenazas no son por el momento tan inquietantes como las derivadas de las manifiestas dificultades para reducir la tasa de paro, hoy en el 9,4%.

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Pensiones nuevas para problemas viejos

Al igual que ocurre en otras políticas, la orientación de la política monetaria de la eurozona es menos expansiva. El BCE se manifiesta incómodo con el tono inusualmente relajado de sus decisiones, casi obligadas por la ausencia de inflación, y no deja de inquietar a los agentes económicos con la retirada de las mismas. Aunque el tipo de referencia es del 1% y el funcionamiento de los mercados de crédito sigue muy lejos de la normalidad, la percepción es que endurecerá las condiciones monetarias antes que su colega estadounidense. Ello se traduciría en más desventajas competitivas para las empresas de la eurozona y, consecuentemente, de menores posibilidades de crecimiento económico y del empleo. Todas las previsiones asignan a la eurozona un menor ritmo de crecimiento que la economía donde nació la crisis. Tampoco la tasa de inflación en el promedio de la eurozona amenaza con desbocarse, al tiempo que el tipo de cambio de euro sigue sensiblemente apreciado sobre cualquier referencia de equilibrio que se maneje. Sería un error, por tanto, precipitar la retirada de los todavía muy necesarios estímulos monetarios. No contribuiría a legitimar las actuaciones de ese banco central. En las economías más deprimidas de la eurozona, la política presupuestaria, lejos de contribuir a compensar el desplome de la demanda privada, tiene una orientación procíclica, contractiva, que trata de satisfacer las exigencias de las autoridades alemanas y las menos concretas de los mercados de bonos. El resultado es una región económica que no ha alejado las amenazas de la crisis.

Una de esas amenazas sigue candente en las perturbaciones que sufren los mercados de deuda pública y los sistemas bancarios. La normalización y la salud de unos y otros dependen ahora mucho más de las posibilidades de crecimiento económico que de innecesarios alardes fundamentalistas de algunos banqueros centrales. -

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