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Dilma Rousseff se distancia de Lula

La presidenta de Brasil favorece la compra de cazas a EE UU frente a Francia

Soledad Gallego-Díaz

La enconada guerra entre Francia y Estados Unidos por llevarse el contrato de modernización de la Fuerza Aérea de Brasil, considerado como una de las mayores operaciones de la década, ha experimentado un giro importante al afirmar ayer públicamente la nueva presidenta Dilma Rousseff que el F-18 Super Hornet de Boeing supone una oferta mejor que la de Rafale, de Dassault. Según la agencia Reuters, la presidenta brasileña planteó el tema de los aviones de caza durante la importante visita del secretario estadounidense del Tesoro, Timothy Geithner, y le aseguró su preferencia por la compra de más de 30 aviones F-18, siempre que se mejoren algunos aspectos relacionados con la transferencia de tecnología, una gran exigencia brasileña.

La mandataria también rompió los lazos de su predecesor con Irán
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El anuncio es un giro importante respecto a la posición mantenida por el anterior presidente Lula da Silva, que demostró su simpatía por la oferta francesa, hasta el extremo de que los cables de la Embajada norteamericana revelados por Wikileaks llegaron a identificarle como "el mayor obstáculo" para lograr el contrato.

Esos mismos telegramas indicaban que los jefes militares apoyaban la compra de los Súper Hornet norteamericanos, al igual que el ministro de Defensa, Nelson Jobim, pero que insistían en que no sería posible mientras Washington no autorizara a Boeing a realizar una mayor transferencia tecnológica. "Como abogado y como juez", llegó a explicarles Jobim, "siempre me inclino a mirar los precedentes y los de EE UU cuando se trata de examinar el capítulo de transferencias no son halagüeños".

La llegada a la presidencia de Dilma Rousseff ha permitido dar un sensible giro a la política brasileña respecto a EE UU, no solo en ese campo. Lula mantuvo unas excelentes relaciones con Washington, pero en su afán por afianzar el protagonismo internacional de su país se ofreció como interlocutor en las negociaciones con Irán para frenar su programa nuclear. Washington contempló con recelo, pero con discreción, ese acercamiento al presidente iraní, Mahmud Ahmadineyad, que terminó sin resultados aparentes.

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Es más, en un discurso a finales de enero ante supervivientes del Holocausto en la influyente Confederación Israelita de Brasil (CONIB), Rousseff hizo una enérgica defensa de los derechos humanos por parte de su país en todo el mundo: "Mi Gobierno será un incansable defensor de la igualdad y de los derechos humanos en cualquier parte del mundo", dijo. El discurso fue un claro indicio del cambio de la política exterior hacia Irán. El régimen de Teherán niega el Holocausto.

La salida de Lula y la llegada de Rousseff permitieron que la diplomacia brasileña modificara rápidamente su posición e impulsara un nuevo y potente acercamiento a la Administración de Obama. La respuesta norteamericana ha sido inmediata: 10 días después de su toma de posesión acudió a Brasilia el influyente senador republicano y excandidato presidencial John McCain, quien mantuvo una entrevista con Rousseff. Aunque no se difundieron los términos de la conversación, se supo que los dos trataron el tema de los F-18 y que McCain se declaró "esperanzado". Tres semanas después el presidente Obama anunció que visitaría Brasil a finales de marzo, un broche de oro que ha estado precedido, además, por la llegada de Geithner.

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