Galliano se retrata
La casa Dior despidió el martes a John Galliano, el diseñador que representaba a la firma en los desfiles de moda femenina desde 1996. Un vídeo, tomado con un teléfono móvil en diciembre de 2010 y emitido el lunes por el periódico británico The Sun, y dos denuncias de la pasada semana por su actitud racista fueron las que precipitaron la decisión.
El polémico modista aparece en las imágenes notablemente ebrio, y se dirige en el café La Perle del barrio parisiense de Le Marais a unos jóvenes de la mesa contigua para decirles: a) que adora a Hitler, y b) que deberían estar muertos, ya que tanto sus padres como sus madres tendrían que haber sido gaseados. El miércoles, la Fiscalía de París decidió sentar en el banquillo a Galliano antes del verano. Podrían encerrarlo seis meses y cobrarle una multa de unos 25.000 euros.
Galliano ha pedido disculpas. Es muy difícil que resulten creíbles ante la elocuencia de los insultos que ha repartido en ese café del que es cliente habitual.
Su nombre está ligado a los excesos. Provocador, heterodoxo y barroco: sobre esas tres notas ha construido el estilo que lo ha proyectado al Olimpo de la moda. Nacido en Gibraltar hace 50 años y formado en Londres, su primera colección se inspiró en la Revolución Francesa.
Una cosa es, sin embargo, dejar volar la imaginación y saltarse cualquier convención para proponer el traje más extravagante y otra, muy distinta, admirar al personaje que puso en marcha el espantoso proyecto de liquidar a los judíos, amén de otras atrocidades de calibre similar.
Es cierto que Galliano es excesivo (despedía sus desfiles disfrazado de los más variados personajes: pirata, Napoleón, torero), pero todo cuanto está relacionado con la alta costura rompe los marcos de la vida corriente. El lujo, la sofisticación y el afán por conquistar un Olimpo exclusivo dominado por la belleza son algunas características que cultivan cuantos se dedican a la moda. En ese ambiente, que acaso querría ser el referente más completo de una civilización compleja y refinada, ha irrumpido la barbarie. Lleva el rostro de los disparates de Galliano, que ha manchado su audacia con el oprobio de haberse inclinado a los pies del Führer.
