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Reportaje:

La erosión amenaza la vega

Solo el 20% del olivar se cultiva con técnicas que protegen el suelo

Las grandes crecidas que el río Guadalquivir ha registrado en los dos últimos inviernos han puesto encima de la mesa un viejo y grave problema de Andalucía: la importante erosión de sus suelos. Ahora que el río ha vuelto a bajar su caudal, los márgenes de la ribera aparecen cubiertos por varios centímetros, a veces incluso metros, de un limo finísimo. En Córdoba, el lodazal ha cubierto molinos restaurados de la capital y ha obligado a limpiar todo el entorno del puente Romano. Y en las inundaciones de las parcelaciones ilegales, las coladas de fango han causado los principales problemas.

¿De dónde viene todo ese lodo? Los expertos coinciden en señalar a la agricultura, especialmente el olivar, como la fuente primaria en la pérdida de suelos. El culpable no es en sí el cultivo, sino la técnica de labrar el suelo de las explotaciones. Jesús Gil, catedrático de Ingeniería Agroforestal de la Universidad de Córdoba, lleva años estudiando este fenómeno. "La erosión de los suelos es el problema medioambiental más grave de Andalucía y la gente no es consciente", alerta. Gil propone como vía de solución la implantación de la agricultura de conservación. "Esta técnica consiste en cubrir las distintas calles que separan a los olivos con vegetación, bien sembrada o espontánea. O incluso con restos de la poda de los árboles", explica. La cobertura vegetal, defiende, no entra en competencia con el olivar.

En Córdoba, el lodazal ha cubierto molinos restaurados de la capital
"Se favorecen los procesos de desertificación", asegura Jesús Gil

"Con esto logramos dos metas, por un lado, protegemos los suelos de la erosión de la lluvia y, por otro, aumentamos su calidad orgánica, que mejora la calidad del suelo mismo y ayuda a fijar el carbono de la atmósfera en él", continúa el profesor. El secuestro del carbono es una de las obsesiones de los científicos, pues este gas, en las cantidades masivas en que se ha producido con la industrialización, es uno de los causantes del cambio climático. "Y es que no tenemos que olvidar que existe una relación directa entre el cambio climático y la erosión del suelo", apunta Jesús Gil, quien recuerda que la erosión favorece los procesos de desertificación a medio y largo plazo en Andalucía.

El problema, señala Gil, es que estas técnicas están costando arraigar en Andalucía, donde la cultura del laboreo es muy profunda. Curiosamente, es en el olivar donde mejor está avanzando y en Andalucía un 20% de la superficie cultivada con este frutal ya protege sus suelos.

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El problema es acuciante. Solo en Córdoba y solo en un día, llegaron a medirse el invierno pasado pérdidas de hasta 400 toneladas de suelo por hectárea. Este vertiginoso ritmo contrasta con la lenta capacidad de regeneración natural de los suelos que apenas alcanza 1 ó 1,5 toneladas por hectárea al año. "Así que estamos hablando de pérdidas que nos tomará cientos de años recuperar; siempre y cuando no se pierda más suelo", advierte Gil.

Al desequilibrio provocado por la agricultura moderna, otros investigadores como Agustín Cuello, experto en divulgación medioambiental y miembro de Ecologistas en Acción, añade el estado de los ríos en sí para explicar el fenómeno de los lodazales. "Ya no hay protección. La falta de cubierta vegetal permite que se arrastren los suelos libremente, y la desaparición de los bosques de ribera, que filtraban las aguas de limos, hace que estos lleguen a los ríos sin más. A eso hay que añadir que las gravas y los cantos rodados de los fondos, que también limpiaban los cauces, están desapareciendo al quedar atrapados en los pantanos", critica Cuello.

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