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Guerra civil en Libia

Los rebeldes acusan a Gadafi de atacar pese a su anuncio de alto el fuego

Trípoli pide a Malta y Turquía que supervisen el cese de las hostilidades

EL PAÍS

El anuncio de un alto el fuego inesperado en Libia dejó ayer desconcertados a partidarios y detractores del coronel Muamar el Gadafi. Fue la respuesta oficial del régimen a la resolución del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas que permite el uso de la fuerza para imponer una zona de exclusión aérea sobre el país. Pocos en Trípoli le dieron credibilidad. Antes del anuncio, las tropas de Gadafi atacaron Ajdabiya y Misrata, al este de Trípoli. Los rebeldes denunciaron después que las operaciones armadas continuaban, algo que el Gobierno niega.

La medida había sido anunciada horas antes por el ministro de Exteriores, Musa Kusa, en una conferencia de prensa en uno de los hoteles de la capital donde se alojan los periodistas. Duró poco más de diez minutos y no hubo preguntas. Kusa leyó un comunicado con el gesto serio y la voz muy baja. El Gobierno, dijo, se veía obligado a aceptar la resolución y a respetar las zonas de exclusión aérea. "Libia protegerá a todos los extranjeros y sus posesiones y abrirá todas las vías de diálogo con quienes estén interesados en la unidad territorial de Libia", señaló el ministro, que lamentó que la resolución vaya a "aumentar el sufrimiento del pueblo". Luego invitó a los Gobiernos y a las ONG a "enviar misiones a Libia para comprobar los hechos sobre el terreno". Posteriormente, un portavoz de Exteriores mencionó en concreto a las autoridades turcas y maltesas, a las que pidió ayuda para aplicar y supervisar el alto el fuego.

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Los contrarios al régimen, difíciles de ver en las calles de la capital y mucho más apagados en los últimos días que sus compatriotas pro-Gadafi, interpretaron las palabras del ministro como un síntoma de la debilidad del régimen tras el anuncio de los ataques aéreos y navales. También eso fue lo que entendieron algunos afines al régimen. Gente que estos días expresaba su lealtad al líder dándose golpes en el pecho, manifestaba ayer su preocupación por las declaraciones del ministro y requería información de los periodistas para averiguar la mejor manera de huir del país.

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Infierno

El anuncio del cese de la violencia contrastó con las duras palabras que había pronunciado el propio Gadafi en una entrevista con la televisión pública portuguesa, la RTP: "Transformaremos la vida de los que nos ataquen en un infierno y destruiremos el Mediterráneo". En la misma línea, el Ministerio de Defensa había advertido en un comunicado que atacaría a los extranjeros más allá de sus fronteras.

Antes del anuncio del alto el fuego, las tropas de Gadafi se empleaban a fondo en dos de las ciudades al este de Trípoli que aún resisten su avance, Ajdabiya y Misrata. La primera, aunque rodeada por los tanques y la artillería pesada, sigue todavía en manos rebeldes. Si las fuerzas leales al coronel toman la ciudad, tendrán el paso libre hasta Tobruk y podrán rodear Bengasi, consagrada como capital de la revolución.

En Misrata, testimonios citados por la agencia Reuters relataron un bombardeo en el que murieron al menos 25 personas, entre ellas varias niñas. "Quieren hacerse con la ciudad esta misma tarde", decía un médico vía telefónica. En Nalut, en las montañas del sur habitadas por bereberes, los rebeldes repelieron el ataque de las tropas de Gadafi y mataron a cuatro soldados. "Están aquí. Muy cerca. Si no llega la ayuda internacional, pronto los tendremos encima", señaló un habitante por teléfono a este periódico.

Algunos testigos y jefes rebeldes aseguraban ayer que los combates continuaron por la tarde a las afueras de Misrata y al sur de Ajdabiya, después del anuncio del alto el fuego. El Ministerio de Defensa desmintió "tajantemente" las acusaciones, que achacó a "bandas terroristas", y señaló que estaban tratando de resolver con el Consejo de Seguridad las cuestiones técnicas del alto el fuego. La cadena Al Yazira, por su parte, aseguraba anoche que las fuerzas de Gadafi continuaban avanzando hacia Bengasi y que se habían dado enfrentamientos en Al Magrun y Sluq, a 50 kilómetros de la capital rebelde.

El último síntoma de debilidad de un régimen superado por los acontecimientos de las últimas horas vino de la mano de uno de los hijos de Gadafi, Saif el Islam. El heredero del líder libio matizó las palabras de su padre del jueves y aseguró que Bengasi no sería bombardeada y que solo se llevarían a cabo incursiones de la policía antiterrorista para eliminar a los elementos subversivos.

Mientras tanto, las calles del centro de Trípoli estuvieron prácticamente vacías durante todo el día. Los voluntarios que se encargan de llevar a los periodistas por la capital no permitieron ayer que se tomaran taxis libremente y mucho menos que estos se acercasen a las zonas donde viven los disidentes. La ciudad mostró más presencia policial que en los últimos días y más controles en las carreteras. El aeropuerto de Trípoli está cerrado y no se puede salir del país más que por la frontera tunecina, en el oeste.

El viernes, jornada de rezo en las mezquitas, había sido hasta ahora el día elegido por los disidentes del distrito obrero de Tajura, al este de Trípoli, para manifestarse contra el régimen. Sus protestas siempre fueron reprimidas con violencia. En otro rincón de la ciudad, un trabajador contrario a Gadafi expresaba así la ausencia de altercados en las calles: "No es el momento ahora de salir a la calle. Hay que esperar a que lleguen las bombas. Luego será nuestro turno".

Un partidario de Gadafi, con un cartel en el que insulta al presidente Sarkozy y agradece a los países que se abstuvieron en la ONU.
Un partidario de Gadafi, con un cartel en el que insulta al presidente Sarkozy y agradece a los países que se abstuvieron en la ONU.M. MESSARA (EFE)
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Exiliados libios en Túnez brindan con champán tras conocer la decisión de Naciones Unidas.AP/ LEFTERIS PITARAKIS

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