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REINO UNIDO | Intervención en Libia

Cameron evita los errores de Blair en la guerra de Irak

La intervención tiene pleno apoyo de la clase política

Cuando aún no hace un año que ha llegado a Downing Street, David Cameron se ha convertido en el cuarto primer ministro británico consecutivo que decide participar en una acción militar en el exterior. Margaret Thatcher decidió recuperar las Malvinas a sangre y fuego; John Major se embarcó en primera fila en la primera Guerra del Golfo; Tony Blair perdió en Irak todo su crédito político y se había sumado antes con gusto a las intervenciones militares en Kosovo y en Afganistán, además de una breve expedición a Sierra Leona.

Esta vez hay muy poca controversia: la intervención en Libia tiene el pleno apoyo de la clase política y los medios y las encuestas probablemente certificarán pronto también el de la opinión pública. No solo porque domina la impresión de que es una intervención más o menos justificada, sino porque el Gobierno de David Cameron ha intentado hacer todo lo contrario de lo que hizo Blair en Irak, un fantasma que acaba de resucitar.

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Al explicar el viernes en los Comunes su decisión de participar en la operación militar en Libia, Cameron subrayó que a su juicio se cumplen las tres condiciones que él mismo considera necesarias antes de acordar una intervención armada en el extranjero: que esté justificada, con apoyo en la región y con bases legales claras.

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Cameron aseguró que la intervención está justificada por las agresiones de Gadafi a quienes se manifestaban pacíficamente contra él, por la matanza de civiles en el asalto de Zawiya con armas pesadas y por los preparativos para la toma de Bengasi.

Afirmó que las peticiones de intervención tanto de la oposición agrupada en el Consejo Nacional Libio como de la Liga Árabe y la participación de varios países árabes en la coalición militar para intervenir en Libia confirman la existencia de ese apoyo regional.

Y finalmente concluyó que la resolución 1973 aprobada el jueves por el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas otorga esa base legal necesaria para justificar legalmente la intervención de tropas británicas en esta operación militar.

No es extraño que Cameron eligiera esas tres condiciones para legitimar la intervención en Libia: ninguna de ellas se cumplió de forma clara cuando Tony Blair decidió apoyar la invasión de Irak, pero es obvio que sí se cumplen ahora, aunque la primera, y seguramente primordial, puede ser cuestionada por quienes creen que el régimen de Gadafi es legítimo y no hace más que defenderse.

No es lo único que el actual primer ministro ha hecho de forma diferente para evitar cualquier paralelismo con Irak. Primero, descartar cualquier posibilidad de invasión terrestre, un extremo al que se opone expresamente la resolución 1973. Segundo, comprometerse a hacer público el sumario del dictamen legal en el que se apoyó el jueves el Gabinete para aprobar la intervención, sin esperar a que eso le sea exigido por la oposición. Y, tercero, convocar un debate y subsiguiente votación de los Comunes a pesar de que no está legalmente obligado a ello. Lo hace, eso sí, a sabiendas de que la misión tiene el apoyo de los tres grandes partidos políticos británicos.

El primer ministro británico, David Cameron (a la derecha), junto a su homólogo canadiense, Stephen Harper, ayer en París.
El primer ministro británico, David Cameron (a la derecha), junto a su homólogo canadiense, Stephen Harper, ayer en París.CHRISTOPHE ENA

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