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Intervención aliada en Libia

¿Guerra en Trípoli?

Reabren las tiendas, llega alimento y la capital recupera la normalidad

Si no fuera porque de vez en cuando se siguen oyendo explosiones y ráfagas de disparos de artillería pesada; si no fuera porque en los vestíbulos de los hoteles se ven todavía grupos de personas hablando de los ataques y de los problemas de los rebeldes en el este; si la televisión libia no estuviera todo el día mostrando las imágenes de los manifestantes pro-Gadafi; en fin, si no fuera por todas esas cosas, se diría que Trípoli no está en guerra.

Hace poco más de una semana, había colas para repostar gasolina y pan, la gente no salía de las casas y muchos comercios estaban cerrados. Pero desde principios de semana, la capital ha ido recuperando la normalidad. El zoco, vacío hace unos días, se llenó ayer de compradores que circulaban por sus calles laberínticas. Los comercios de la ciudad antigua tenían nuevas provisiones y los tripolitanos no se quejaban ya de no haber recibido su salario mensual. "A muchos les han pagado y a los demás parece que les van a pagar. Lo han dicho por televisión", comenta en la ciudad antigua un traductor tunecino.

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Además de los camiones con alimento que siguen llegando desde Túnez, algunos barcos trajeron ayer más provisiones. Los precios han subido en los productos de importación, pero los básicos siguen siendo accesibles. La gente, mientras, parece haberse acostumbrado al ruido de los disparos y estos provocan más curiosidad que sobresaltos. Ayer a mediodía había gente en la playa mientras sonaban los disparos de las defensas de la ciudad; otros fumaban narguiles en las cafeterías.

El conflicto está estancado en el frente bélico y en el diplomático. Y los jóvenes que salieron a protestar a mediados de febrero en barrios como Tajura, Fashlum y Sug el Juma aseguran que se están preparando para volver a salir a las calles. Dicen que tienen armas. La realidad es que su fuerza es muy escasa y las amenazas de futuras represalias del régimen les mantienen en sus casas y en reuniones clandestinas a las que la prensa todavía no ha tenido acceso.

Los periodistas también han visto mermada su capacidad de movimiento, ya de por sí muy limitada. El régimen les impide desplazarse en taxis y algunos reporteros que han tratado de reunirse con disidentes han sido seguidos por la seguridad del Gobierno. La sensación es que el Ejecutivo ya no quiere a más periodistas en la capital. Los visados se conceden con cuentagotas y anteayer se publicó una lista con los nombres de 26 reporteros que tendrán que abandonar el país.

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Trípoli sigue siendo un bastión para el dictador. Sus ciudadanos se preparan para un conflicto largo y todavía lleno de incertidumbres.

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