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Tentaciones
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LIBROS

Tolkien y el síndrome 'Forrest Gump'

Steve Hillard es un tejano que ha pasado las dos últimas décadas con una idea en la cabeza: un libro sobre el universo de El señor de los anillos protagonizado por el mismo J. R. R. Tolkien. "Solía leerle estos libros a mis hijas", recuerda hoy. "Y siempre me preguntaban dónde estaban las heroínas. Y es cierto: en el mundo de Tolkien no hay. Así que decidí escribirles una historia sobre heroínas en la Tierra Media. Luego la cosa fue a más".

Fueron décadas de estudios tolkenianos, de robarle horas a la cama y a la sociedad de inversión en la que trabaja para escribir Mirkwood, una novela de 460 páginas en la que Tolkien se enfrenta a su propia creación. Ahora que las hijas de Hillard pasan de la treintena, está terminada. Y ahora que está a punto de publicarse, los herederos de Tolkien le han demandado por pretender sacar tajada del nombre de su padre.

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El caso no es ni mucho menos único. Primero porque los herederos de Tolkien (la tercera celebridad muerta más rentable del mundo según Forbes, con ingresos de 50 millones de dólares en 2009) son reputadamente celosos del nombre familiar. Hace dos meses prohibieron a un diseñador gráfico estadounidense seguir imprimiendo chapas que jugaran con el eslogan Mientras tú leías a Tolkien, yo..., aunque lo hiciera a título personal.

Pero sobre todo no es único, porque los tribunales de Estados Unidos llevan semanas debatiéndose entre el derecho de un famoso a proteger su imagen y la libertad de expresión de un autor. El culpable es un exjugador de fútbol americano llamado Sam Keller: ha demandado, junto a otros cientos de exjugadores, a Electronic Arts por meterlos sin permiso en videojuegos de deportes y ganar unos 4.000 millones de dólares con ellos. Es solo el primero de los muchos pleitos similares que han salido recientemente, pero es también el más sonado: como la vida real inspira tantos relatos, un veredicto favorable a Keller podría sacudir la industria del entretenimiento.

Muchas empresas se han dirigido a los jueces con lo que se conoce como amici curiae, informes que explican cómo entienden ellos la materia, para ayudarles a decidir. En uno, la asociación de cine de Hollywood defiende tanto el uso literal de la imagen de un personaje público (como en Forrest Gump, que usa metraje de personas reales) como el representativo (como en Frost/Nixon, donde, con mayor o menor veracidad, los encarnan actores) o el alusivo (como en Ciudadano Kane, camuflada biografía de William Randolph Hearst).

Esto no convence a Steve Berman, abogado de No Doubt contra otra productora de videojuegos, Activision Blizzard, que en Band Hero muestra a Gwen Stefani cantando Honky tonk women, de los Stones, con voz de hombre. "Si usas la identidad de una persona para ganar dinero, estás robando", resume. "No es usar el nombre de Ghandi en una película sobre la revolución india. Es robar la imagen de una persona de la cabeza a los pies y ponerla en un producto con fines comerciales".

Ajeno a estas esferas, en su casa de Texas, Hillard reflexiona que "poder valerse de personas públicas en una obra no es solo legítimo, es importante. Así es como se convierten en parte del diálogo público. Y ya que la historia es, en muchos casos, un retrato semificticio, así es como se ayuda a estas personas a pasar a la historia".

<b>La familia de J. R. R. Tolkien es extremadamente celosa con el nombre familiar.</b>
La familia de J. R. R. Tolkien es extremadamente celosa con el nombre familiar.

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