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CINE | LIBROS

Rodrigo García / Guionista

Para mí, muy buen día de trabajo escribiendo guiones es de dos pasos hacia adelante y uno hacia atrás, y los días malos son de cuatro pasos hacia atrás. Es un oficio humillante en el que sobresalen pocos y pocas veces, y que con el tiempo y la edad se vuelve aún más difícil (o por lo menos a mí así me ha sucedido). A pesar del proceso frustrante, el haber escrito es un gran placer. Inventar vidas a partir de la nada y de la propia es lo más divertido del mundo. He dirigido muchas cosas que no escribí yo mismo, sobre todo para televisión, y siempre me siento un farsante. Siento que si no escribí el guión no he hecho casi nada.

Pienso que de los tres actos de un guión de estructura clásica casi cualquiera puede escribir un buen primer acto. Para mí, lo realmente difícil es el segundo acto, el desarrollo, en el cual nos vemos obligados a profundizar en la problemática. Si el primer acto es dibujar planos, el segundo es picar piedra. Si el primer acto es besarse con tu novia nueva, el segundo son años de matrimonio. Y de este segundo acto lo más difícil es la segunda parte, la antesala del final. Es el trecho donde el espectador mira el reloj y se reacomoda en su asiento (si bien me va), o rebuzna de impaciencia (si es que sigue en el cine). A esta segunda parte del segundo acto vienen a morirse la mayoría de los guionistas; los demás lo sobreviven como mejor pueden y de allí se siguen rezando hasta el final. Y si el final es bueno, bonito, conmovedor o gracioso, a lo mejor el público nos perdona y sale satisfecho a su casa o a cenar. Puede ser que nadie se acuerde finalmente de la turbulencia o de las contracciones si el aterrizaje es bueno o la nena preciosa.

Más información
Viaje total al cine iberoamericano

Rodrigo García (Bogotá, Colombia, 1959).

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