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Reportaje:ECONOMÍA GLOBAL

Italia es el modelo a no seguir

Años de estancamiento y falta de reformas dibujan un patrón de escaso crecimiento

Alicia González

Hubo un tiempo en el que Roma era la potencia económica, militar y política que dominaba el mundo. Hoy los analistas consideran que Italia se ha convertido en el enfermo de Europa e, incluso, algunos van más allá y aseveran que Italia es el talón de Aquiles de la eurozona.

Argumentos no faltan. Es verdad que Italia ha sido una de las economías europeas más golpeadas por la crisis financiera. Al ser una economía muy dependiente de su sector exterior y ser esta una crisis sincronizada a nivel global, Italia se quedó sin fuentes alternativas de crecimiento. Las exportaciones registraron la peor contracción desde la Gran Depresión, tanto como para que su economía cayera un 1,3% en 2008 y un 5,3% en 2009, según los datos del Fondo Monetario Internacional (FMI). Pero el problema de crecimiento italiano viene de lejos.

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En los últimos 15 años, Italia solo ha crecido por encima del 2% en tres ocasiones y el FMI no prevé que vuelva a hacerlo antes de 2017. Un documento de trabajo del organismo (Tras la crisis: evaluando el daño en Italia, de Hannan Morsy y Silvia Sgherri) revela que entre 1995 y 2007 el crecimiento medio anual de la economía italiana fue del 1,6%, lo que supone un notable descenso desde el 2% registrado de media en la década anterior. Para este año, el FMI prevé un crecimiento del 1,1% y un 1,3% para el que viene. Se trata, en definitiva, de un modelo de crecimiento en forma de L que le ha llevado a ostentar el dudoso honor de ser el segundo país con el crecimiento acumulado más bajo de la última década (2,43%), solo superado por Haití (-2,39%) y seguido por Portugal (6,47%).

"El decepcionante crecimiento de Italia en la última década larga se debe, en gran medida, a la pobre productividad", explica Morsy. "La contribución de la productividad al PIB ha ido reduciéndose progresivamente y se ha producido en todos los sectores de la economía, pero ha sido especialmente pronunciada en la industria y los sectores no comerciales", aclara. "La productividad es, sin duda, el talón de Aquiles de Italia".

Es verdad que la economía alpina cuenta con un vigoroso tejido industrial formado por empresas de tamaño medio y pequeño, en su mayoría de carácter familiar, que han hecho de la marca Italia un sello de reconocimiento a nivel mundial. Pero muchas de estas empresas afrontan crecientes presiones de las economías emergentes, con menores precios y un mayor uso de la tecnología, lo que les ha llevado a sufrir una considerable pérdida de competitividad [ver gráfico adjunto, en el que cuanto mayor es el índice, mayor es la pérdida de competitividad].

Hay una explicación, según los autores del documento del FMI, a ese mal desempeño: "reformas laborales que han incrementado la carga regulatoria del mercado laboral y la carga burocrática, unas tasas impositivas relativamente altas que desincentivan la oferta laboral y la inversión y una estructura industrial que limita el alcance de las economías de escala y la transferencia tecnológica", apuntan los autores del informe.

Lo malo de un crecimiento en L como el que viene experimentado Italia es que acentúa los desequilibrios de la economía y reduce la capacidad de respuesta del Estado. El gobernador del Bando de Italia, Mario Draghi, admitía la semana pasada que a menos que Italia alcance un crecimiento anual del 2%, no podrá abordar su problema de endeudamiento público, que se situaba en el 118,9% del PIB el año pasado. "Si el crecimiento ronda el 2% anual, la regla [comunitaria] de la deuda puede ser cumplida, siempre que se cumpla con el objetivo de déficit", aseguró Draghi.

Esa enorme carga de la deuda pública impidió, como apunta Giovanni Ajassa, de BNP Paribas, que Italia llevara a cabo una política decidida de planes de estímulo en respuesta a la crisis financiera. "Al contrario que Alemania, el motor de la economía en Italia ha funcionado a través de un único cilindro: las exportaciones. Así fue en 2010 y así va a suceder en 2011 y 2012, dado que el margen para una mayor expansión se verá limitado por la debilidad de la demanda doméstica y las consecuencias de una política fiscal cautelosa", apunta. "El lento progreso de la actividad económica impedirá que Italia vaya reduciendo su diferencial de crecimiento con sus principales socios de la eurozona", señalaba Ajassa en un reciente informe sobre la economía alpina.

Los datos correspondientes al primer trimestre apuntan que la debilidad se acentúa: la producción industrial retrocede, las ventas minoristas caen, las exportaciones netas restan nueve décimas al crecimiento del PIB, dado el fuerte empuje de las importaciones (3,5%) -entre otras cuestiones, por la factura energética-, una débil demanda doméstica ante la ausencia de nuevos empleos. "Una recuperación renqueante", sentencia Ajassa.

"Si no se puede impulsar el crecimiento a través de reformas estructurales de calado, será necesario llevar a cabo un ajuste fiscal considerable", advierte Morsy. Y no parece que esa sea la mayor preocupación del Gobierno en este momento.

Fábrica de queso gorgonzola en Abbiategrasso, en la provincia de Milán, una de las más dinámicas de Italia.
Fábrica de queso gorgonzola en Abbiategrasso, en la provincia de Milán, una de las más dinámicas de Italia.OLIVIER MORIN (AFP)

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Sobre la firma

Alicia González
Editorialista de EL PAÍS. Especialista en relaciones internacionales, geopolítica y economía, ha cubierto reuniones del FMI, de la OMC o el Foro de Davos. Ha trabajado en Gaceta de los Negocios, en comunicación del Ministerio de Economía (donde participó en la introducción del euro), Cinco Días, CNN+ y Cuatro.

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