Cola eterna para Vargas Llosa
Docenas de lectores esperan para una firma
Entre centuriones romanos, pitufas de despedida de solteras y un músico tocando la melodía de Amélie, la Feria del Libro es el lugar perfecto, mitad ficción mitad realismo mágico, para un encuentro de "fantasmas". Así definía ayer el escritor peruano Mario Vargas Llosa la relación entre el autor y el lector. El primero trabaja encerrado en su casa, sin saber si su obra "aburrirá o entretendrá", aseguraba el Nobel de Literatura. El segundo en cambio disfruta del libro en la soledad de su sillón. Vargas Llosa hablaba camino de la caseta 0, donde decenas de fantasmas visibles le esperaban desde media hora antes de la cita, para que les firmara su nuevo libro, El sueño del celta (Alfaguara). La cola duró, larga e interminable, toda la mañana, así como las preguntas de los lectores. "Te sorprenden. Algunos se fijan en detalles y personajes menores a los que tú no diste tanta importancia", contaba Vargas Llosa. Una vez un lector le preguntó por qué había llamado a un personaje Ferreyros. El nobel no entendía tanto interés, hasta que descubrió la razón: el lector tenía el mismo nombre.