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La crisis del euro
Columna
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Todo vale contra la dama europea

Xavier Vidal-Folch

El péndulo pro Thermidor no descansa.

Con la venerable excusa de aupar a los emergentes al FMI, una coalición implícita mayormente anglosajona y reaccionaria de periódicos y agencias de análisis, lobbies como el American Enterprise Institute o universidades como la de Chicago, se ceban contra la candidata Christine Lagarde, por europea. Apenas revelan su último designio: retornar al viejo Fondo de antes, altavoz de la desregulación y ejecutor de aquel consenso de Washington que desató tantas crisis y desastres; deshacer la refundación emprendida hace cuatro años por Strauss-Kahn, bien descrita por Stéphanie Antoine en DSK au FMI, Seuil, 2011.

Haber defendido que "hay candidatos solventes al FMI, dentro y fuera" de Europa (aquí, el 19 de mayo), es credencial meritocrática suficiente para fustigar la doblez de esta campaña eurófoba. Ser europeo no debiera ser obligatorio. No serlo, tampoco.

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Unos machacan al personaje. Una mujer parcial, por ser "parte interesada en la crisis" europea (¿y quién no?) y por carecer de "un conjunto sólido de ideas". El candidato "no debe ser un político en activo" (en clase pasiva, ¿sí?); hay que aprovechar "la oportunidad" de la marcha de Strauss para "reemplazarlo por alguien que se preste a condiciones mucho más duras", y sortee al Fondo su actual "deriva a la decadencia" (¡cuándo ha cuadriplicado recursos y se ha aupado a laboratorio de ideas y secretariado mundial del G-20!). En resumen, Europa "no debe continuar dominando la escena global"; y "la pertenencia a un país de la eurozona ha de hacer sospechar de la independencia del candidato", sazona un local.

Y sin embargo, la Lagarde lo tiene bien: "EE UU la apoyará, pues de lo contrario abriría una crisis que haría peligrar su permanencia al frente del Banco Mundial en 2012", deletrea un asesor del director dimitido. Un puesto al que aspiraría Hillary Clinton. Y también arriesgaría el mantenimiento de un norteamericano como segundo del propio FMI. Ya que Rusia ve "del todo aceptable" a Lagarde, dijo Putin, el G-8 (47,75% de los votos) se decanta; con los eurocentrales (4,88%) y los nórdicos (3,40%), habas contadas. Salvo seísmo.

Lagarde no es una refundadora. "Pero escucha, construye consensos, no es agresiva, es ordenada", reconoce un catedrático francés, socialista y crítico. De modo que lo esperable es que continuase la línea refundadora, aunque mucho más suavemente.

A saber, consolidar la institución como el prestamista de último recurso; profundizar la reforma interna; seguir otorgando rescates amplios y en algunos casos (África), más generosos; preservar el impulso hacia la regulación financiera; mantener el equilibro entre la austeridad presupuestaria y el estímulo a la demanda y al crecimiento... ¿Y la alternativa?

Sobre eso debiera versar el debate: programa, y no partida de nacimiento. Ojalá la carrera electoral, por vez primera abierta, desemboque ahí. Para abordar después una segunda discusión. ¿Debe seguir el FMI en la estela del Tesoro de EE UU, físicamente ubicado a solo cuatro manzanas?

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