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El Papa llega a Madrid
Columna
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La Guerra Civil, el Papa y nada más

Entre todas las personas que van a participar en la Jornada Mundial de la Juventud, la que más le va a gustar a Benedicto XVI será la menos joven, una monja de clausura que se llama sor Teresita, tiene 103 años, va a ser la segunda vez que salga de su convento de Buenafuente del Sistal (Guadalajara) desde que entró allí en 1927 y ha sido invitada a venir a Madrid para conocer al Papa por la nunciatura del Vaticano en España.

En 1927, ni más ni menos. Cuando sor Teresita se retiró al más acá, que es algo que no dijo Mario Benedetti para definir la vida monástica, pero también sirve para eso, aquí aún mandaban Alfonso XIII y el general Miguel Primo de Rivera, o sea que la mitad de las cosas ha cambiado bastante en ese aspecto. Los poetas Federico García Lorca, Rafael Alberti, Jorge Guillén, Dámaso Alonso, José Bergamín y Gerardo Diego se iban a Sevilla para homenajear a Góngora y hacerse en el Ateneo una foto que iba a convertirse en el cartel de su generación.

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En 1927 Antonio Machado ingresó en la Real Academia; se dividieron las islas Canarias en dos provincias, Las Palmas y Santa Cruz de Tenerife; se fundó la compañía Iberia y se ordenó que se construyesen aeropuertos en Madrid, Barcelona, Valencia, Sevilla, Alicante, Málaga y Burgos; la cantante Concha Piquer debutó en Barcelona; Estados Unidos invadió Nicaragua y el Real Unión de Irún ganó la Copa del Rey al Arenas de Guetxo. Y, naturalmente, nacieron algunas personas importantes, entre ellas los escritores Gabriel García Márquez y Rafael Sánchez Ferlosio, y en Marktl am Inn, diócesis de Passau (Alemania) el futuro jefe de la Iglesia católica, Joseph Ratzinger, a quien tanto le va a gustar esa mujer de otra época que es sor Teresita, quien, según dicen, ingresó en su convento de Buenafuente del Sistal con 19 años y justo el mismo día en que el futuro Benedicto XVI vino al mundo, el 16 de abril de 1927, aunque desde entonces su carrera en la Iglesia, donde las mujeres no tienen grandes expectativas, no es comparable a la de él: solo ha llegado a abadesa, cocinera y pinche, que es el cargo que sigue desempeñando.

"En el cristianismo no hay diosas, ni apóstolas, ni evangelistas femeninas, sino solo vírgenes, así que ¿por qué iba a haber papisas, obispas o cardenalas?", dice nuestro amigo Juan Urbano, y añade: "Si ni siquiera pueden dar misa. Pero, por desgracia, no creo que ninguna feminista católica, que tendrá que haber un montón, vaya a decir nada de eso, tampoco esta vez". Al Papa le va a encantar sor Teresita, porque ella nunca cuestionaría ese sistema en el que cree, sin duda, de todo corazón.

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La superiora del convento de sor Teresita dice que "está muy ilusionada con esta salida para conocer al santo padre", que, según ha contado, será la segunda que haga en sus 84 años de clausura. La otra fue durante la Guerra Civil, cuando ella y sus compañeras escaparon del convento, que había quedado en zona republicana, para trasladarse durante año y medio a Medinaceli (Soria).

El próximo viernes, un vehículo la llevará a Madrid para que se encuentre con el Papa, que sin duda la va a considerar un ejemplo a seguir, durante la Jornada Mundial de la Juventud, y uno se pregunta: ¿qué verán sus ojos es este mundo ajeno a ella que ya no es el de 1927 ni, por fortuna, el de 1938? ¿Qué sabrá de este 2011 y de todo lo que ha tenido que ocurrir para llegar hasta él? Habrá gente que sienta admiración por ella y gente que sienta lástima. Juan Urbano y yo le deseamos a sor Teresita que sea muy feliz cuando la reciba Benedicto XVI, y estamos absolutamente seguros de que el honor es suyo, porque ni él, ni la Iglesia católica, ni ninguna otra religión se la merecen.

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